Crítica
Público recomendado: +12
Un ángel llamado Rebeca es un documental sobre la vida de Rebeca Rocamora Nadal, una alegre niña que nació en 1975 en Granja de Rocamora (Alicante) y que de pequeña sufrió un tumor en la cabeza que sobrellevó desde los diez años con entereza y una permanente sonrisa, hasta su muerte, a los 21 años, el 26 de mayo de 1996. A pesar del sufrimiento, no perdió su alegría y su grandísima fe y todos esos años de dolor pegada a la Cruz llevaron a iniciar su proceso de canonización en marzo del 2009.
Dirigido por José María Zavala, director de documentales de contenido religioso como El latido del cielo (2023), El cielo no puede esperar (2022), Amanece en Calcuta (2021), Wojtyla. La investigación (2020) o El misterio del Padre Pío (2018), con esta película se centra en la vida de esta joven alicantina que murió en olor de santidad.
El padre de Rebeca, que compró una cámara de vídeo, grabó durante años imágenes de su mujer, sus cuatro hijas y la familia al completo, en las que quedan retratados los años ochenta de la España rural y donde asistimos a las continuas bromas y payasadas de la pequeña -y no tan pequeña- Rebeca que no paraba de reír y sonreír en cada toma.
Los testimonios, entre otros, de la madre de Rebeca, de sus hermanas, de su tío, de vecinos, amigos de la infancia, del párroco y el obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, nos adentran en la vida sencilla de esta niña, tímida, pero con carácter, que desde muy pequeña percibió que su alegría estaba junto a la Cruz de Cristo.
La madre cuenta que, viendo la piedad de su hija, en una ocasión dijo que le gustaría que Rebeca fuera monja, y la niña aseguró concluyente: “monja no, mamá, catequista”. Y así fue, desde los 14 años Rebeca fue catequista en su parroquia y muchos de los pequeños a quienes enseñó recuerdan lo alegre y divertido que resultaba aprender la doctrina de Jesús junto a ella.
La última parte del documental trata de los milagros que se han producido por intercesión de Rebeca y que llevaron a abrir su causa de canonización. Es especialmente emocionante el testimonio del matrimonio que adoptó a Javier, un pequeño niño discapacitado que sufrió a un padre violento y abusador. El chiquillo fue desahuciado con apenas cuatro años y sus padres adoptivos acudieron a la intercesión de Rebeca pidiendo su curación. Javier se recuperó y vivió hasta casi los doce años “una vida superfeliz” junto a su familia con una sonrisa tan alegre y emocionante como la de Rebeca.
Una película muy recomendable para todos, pero especialmente para familias cristianas que buscan la santidad en una vida sencilla. Y para catequistas, especialmente cuando acusen el cansancio o la falta de fruto de su labor. Sin duda, asistir al testimonio sencillo y fuerte de la vida de Rebeca les animará a seguir con su labor.
Javier Figuero