Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Un diván en Túnez

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: + 16

La joven psicoanalista Selma (Golshifteh Farahani) regresa de París a Túnez para abrir consulta en la capital donde estallaron las llamadas Primaveras Árabes. Es un tiempo de esperanza que parece propicio para regresar a las raíces. Pronto comienzan a llegar los pacientes y los problemas.

Un diván en Túnez es la ópera prima de la directora franco-tunecina Manele Labidi (París, 1982), que también ha escrito el guion. Se trata de una comedia amable, simpática y muy entretenida. Tiene golpes de humor geniales -no se pierdan el personaje del paciente que hace kung-fu- y arroja una mirada optimista sobre un país en transformación. Es inevitable recordar películas de temática similar -el contraste entre Europa y el mundo islámico, entre la modernidad y la tradición, entre el francés y el árabe- que ya hemos visto; por ejemplo, El señor Ibrahim y las flores del Corán, (2003), de François Dupeyron.

Admitamos que, en este sentido, la película peca de cierta previsibilidad: el espectador ve venir desde muy pronto que Selma se sentirá desgarrada entre la sociedad en la que se ha educado -la Francia laicista del psicoanálisis, la revolución sexual, el feminismo, la teoría de género, etc.- y la tradición a la que pertenece su familia: el islam, el cuidado de las apariencias, la represión. En el trasfondo, problemas que aquejaban al Túnez de Ben Ali como la corrupción, la burocracia y las desigualdades y que persisten años después de su caída.

En realidad, este es quizás el mayor reproche que cabría hacerle a esta cinta tan agradable: es condescendiente. Ya sabemos que los personajes religiosos, todos ellos vistos con compasión, por supuesto, serán algo hipócritas o sufrirán mucho. Encontraremos conflictos de identidad sexual o de libertad de la mujer. Selma amará la tradición -lee el Corán- pero practica el psicoanálisis en un gabinete que luce una foto de Freud tocado con un fez rojo. La posmodernidad tuneada que esta foto simboliza ya nos anticipa la trama de la mujer rompedora de estereotipos (fuma, vive sola, se reúne a solas con pacientes varones, conduce) que sufre de un conflicto identitario desgarrada entre dos culturas.

Uno echa de menos una visión fuerte de la identidad en lugar de la mirada multiculturalista a la que estamos acostumbrados. Creo que Selma hubiese ganado mucho con un encuentro más profundo con la cultura de Túnez en lugar de la mirada cariñosa, sí, pero benévola desde la superioridad que la posmodernidad se arroja. La sospecha, uno de cuyos maestros era Freud en feliz expresión de Paul Ricoeur, ha llegado a Túnez para liberar a sus hombres y sus mujeres de las ataduras de la tradición, la religión, el sexo y liberarlos a través de la teoría de género, el psicoanálisis y el multiculturalismo.

Vayan a verla, pero atrévanse a polemizar sobre ella. No acepten la condescendencia de la directora. Superen el emotivismo y el pensamiento débil.

Atrévanse a desafiar los consensos de esta película tan entretenida.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad