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Un método peligroso

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos S

Cronenberg ha hecho una película de un material preexistente ya escrito, a la que ha aplicado su sello personal: sobria en imágenes (ha conseguido un montaje depuradísimo en sólo seis días), cincelada en los personajes, pero en absoluto es sin más una “película de época”.

Tiene una intencionalidad muy concreta: bucear y remover en el espectador la psicología de las negras profundidades de las pasiones. Los temas como el sexo, la ciencia o las relaciones paterno-filiales, el psicoanálisis, el cuerpo, el deseo, lo sádico, monstruoso o el caos son temas recurrentes en él. Cronenberg contrapone en Un método peligroso tres lecturas sobre el ser humano y sus emociones; tres lecturas que fueron objeto de confrontación en su día y siguen siéndolo hoy, de la mano de tres analistas de principios de siglo XX: Freud, Jung o Gross-Spieirein (digo tres y no cuatro, como sus protagonistas porque dos de ellos coinciden). Y no deja la pregunta en el aire, sino que se inclina como en el personaje del agente Vaugham de su película oscarizada Crash (1996) a alinearse con la contradicción: el llamamiento a la liberación del deseo, a no reprimir nada ni tener atadura moral alguna y a experimentar el remordimiento.

La película se adentra en la Europa de principios del siglo XX, un periodo crucial justo antes de la Primera Guerra Mundial, en el que se había llegado a un nivel de refinamiento y sofisticación grandes. El Imperio Austrohúngaro era un régimen de gran estabilidad política, donde la gente creía en el progreso. Se pensaba que cualquier problema podía resolverse desde el ejercicio de la razón. Fue entonces cuando Sigmund Freud pone su diván, en la Berggasse de la capital austriaca. Figura importante en la historia de la psicoterapia por ser uno de los pioneros de la terapéutica por medio del diálogo, su poso ideológico materialista y ateo le llevaría a crear su propia teoría que reducía los seres humanos a pulsiones sexuales, sueños, inconsciente, subconsciente y represión, los traumas y el origen. Era de origen judío, pero no creía en la religión de sus padres, incluso se burlaba de Moisés. Sus críticas de la religión están todas llenas de prejuicios. No se puede esperar nada en su aportación respecto de la psicología de la vida trascendente porque no creía en nada. El psicoanálisis, ese bellísimo edificio teórico que Freud construyó de la nada para explicar el comportamiento del ser humano y sus neurosis; esa intuición era más bien una fe que una teoría. Incluso esperaba que un día se encontrara la composición química de los instintos, de los que habló tanto. Su gran obsesión fue crear un corpus científico que explicase con leyes naturales la clínica que observaba día tras día. El psicoanálisis en aquella época era un método revolucionario y despertó serias reticencias, y es curiosa la adhesión casi religiosa que hoy en día sigue despertando.

En el caso de Sigmund Freud, los discípulos vieron las miopías e hipérboles de su maestro, como en el caso de Jung o de Adler. En Un método peligroso, Viggo Mortensen encarna a Freud, como pensador y un científico concienciado con la materia de su estudio, pero que no renuncia al humor ni a los placeres de la vida, desde los puros a la música. Arrastraba la imagen del hombre serio obsesionado por el sexo, pero no fue un libertino: tuvo seis hijos con la misma mujer y fue leal en sus relaciones. El prolífico actor Michael Fassbender es Carl Gustav Jung, el discípulo y colaborador destinado a recoger su testigo, que pasa de la rectitud a la doble moral, engaña a su mujer, y sus derivaciones teóricas, sus egos y sus vidas pondrán de relieve que Freud y Jung son dos temperamentos diferentes. Freud se distanció de Jung porque creía que las teorías de éste se estaban separando del cuerpo. La teoría de Jung sobre la trascendencia del alma estaba dejando atrás al cuerpo, lo estaba negando según Freud. Y por eso el pensamiento de Jung se acercó tanto a la religión y al misticismo, y en la película Cronenberg se encarga de descalificarlo subrayando su doble moral, sus amantes y el engaño a su esposa. Luego están otros analistas, Otto Gross (Vincent Cassel) y Sabina Spielrein (Keira Knigthley), la primera paciente y posterior amante de Jung, que desencadena una gran influencia sobre él y que acabaría trabajando la psicología, cuyas aportaciones a las teorías del psicoanálisis no se reconocerían hasta 1977, cuando se descubrieron gran parte de sus manuscritos.

Hay varias afirmaciones de Jung en la película, como por ejemplo “no puede existir una única bisagra que explique todo el comportamiento humano” refiriéndose a la obsesión sexual de Freud, o “no quiero decirle al paciente lo que tiene, sino hacer que se rehaga y vaya más allá de sí mismo”, que explican su distanciamiento del materialismo del maestro, pero pierden fuerza por su comportamiento inmoral, el recurso al sadismo para complacer a su amante, etc.

Ni el tiempo ni las críticas  científicas y antropológicas han logrado oscurecer la figura de Freud, nacido hace 155 años. Su poderoso influjo en el pensamiento, en la literatura y en la sociología occidental del siglo XX y aún hoy es evidente. Tras los 70 años transcurridos desde su muerte por cáncer en 1939 exiliado en Londres, el psicoanálisis es y ha sido discutible y discutido, y hoy en día la afirmación de que todo lo bueno y todo lo mano del ser humano es la expresión o represión de una pulsión sexual, o la universalidad del complejo de Edipo, se considera entre los especialistas algo reductivo, “porque el descontrol de la sexualidad y la destructividad son siempre secundarios respecto de la falta de autoestima y del bloqueo en la utilización del otro para regular las emociones”, según el psicoanalista Ramón Riera. También el psiquiatra Joan Baptista Torelló afirmó que con respecto al inconsciente, los sueños, que la personalidad que va madurando poco a poco, sabe también hacer de este material lo que quiere. Viktor Frankl (eminente psiquiatra, fundador de la logoterapia), en vez de hacer una Tiefenpsychologie, una Psicología de las profundidades, afirmaba que lo que había que hacer es una Psicología de las alturas, porque el hombre tiene un espíritu y, desde arriba, desde el espíritu es como entendemos toda la vida de la persona humana y su historia. Y si no se sabe subir, se vicia tu opción.

El director canadiense se acerca también al juego de opuestos cuerpo y mente, ciencia y misticismo, locura y discernimiento… pero sobre todo placer y dolor. Spielrein se pone en manos de Jung para sanar un cuadro eminentemente freudiano: una esquizofrenia derivada de un trastorno sexual de la infancia, provocado por el maltrato de su padre, que le obliga a asociar el placer al dolor. Será el propio Jung quien satisfaga las necesidades más primarias de ella, espoleado por el nihilismo libertario de Gross y de las posturas intelectuales que acaba por adoptar Spielrein. Jung se convierte en este sentido en el personaje fundamental, pues Cronemberg analiza quirúrgicamente su sentimiento de culpa, su incapacidad de reprimir sus deseos, traicionándose a sí mismo al quebrantar los límites de su profesión en la relación doctor-paciente, y a su mujer, vista como símbolo del conservadurismo de la época.

El resultado final es de gran impacto conceptual y de contenido en el guión, bien construido, y de gran impacto en la imagen, para centrarse en un drama psicológico y moral de una complejidad notable, narrado a través de interpretaciones de sueños, sesiones de terapia, conversaciones y encuentros sexuales. Una película con buenas interpretaciones de sus protagonistas, que se ofrecen de lleno a la perturbadora trama ideada por Cronenberg, pero que dejan el regusto a pansexualización y reductivismo sobre el ser humano.

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