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Un paseo por el bosque

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-adultos

Bill Bryson, escritor exitoso de libros de viajes, acaba de regresar a los EE.UU. después de haber residido veinte años en Inglaterra.

Una ambigua entrevista en televisión remueve algo en su interior, como un deseo de “hacer algo” fuera de la rutina en la que parece haberse convertido su vida. Ante la gran sorpresa de Catherine, su encantadora esposa, decide recorrer a pie unos cientos de kilómetros del sendero de los Apalaches, a pesar de tener ya una edad considerable. Catherine y sus hijos intentan en vano disuadirle de esa locura, pero la decisión de Bill es firme, aunque tenga que ir solo porque ninguno de sus amigos está dispuesto a acompañarlo. Inesperadamente, Stephen Katz, un antiguo compañero con el que no tenía relación desde años atrás, se pone en contacto con él porque se ha enterado de su proyecto y desea compartir con él su descabellada aventura. Juntos los dos ancianos emprenden un viaje que sobrepasa con mucho las fuerzas de su avanzada edad.

La trama de la película queda reducida a las incidencias cómicas que se van sucediendo a lo largo del trayecto por el hermoso sendero y a las reacciones de los dos protagonistas ante cada una de esas situaciones. A la cámara sólo le interesan aquellos momentos, o aquellos personajes que aparecen en su camino, que dan ocasión a situaciones hilarantes. Propiamente no hay desarrollo de la acción, de hecho ni tan siquiera saben exactamente cuántas millas han recorrido y muchas de las escenas podrían perfectamente aparecer aleatoriamente y nada cambiaría.

La historia no avanza porque en realidad no puede hacerlo, no tiene hacia donde, puesto que se trata del “último acto” de la comedia de la vida activa de ambos personajes. Pero a través de esa historia deshilachada y carente de progresión, vamos conociendo a Bill y a Stephen y nos enteramos de los motivos que los han impulsado a emprender esa empresa. Bill, el hombre de vida ordenada –escritor de éxito, marido feliz, buen padre y abuelo– de súbito, ante unos focos de televisión, se plantea qué supone «jubilarse», no ya de la actividad laboral («Los escritores no nos jubilamos nunca», dice), sino de las actividades de la vida que requieren la energía propia de la juventud. Como una voz interior le empuja a romper la monotonía de su vida tranquila y demostrarse a sí mismo que todavía le queda ardor en las venas. Stephen, un vividor tan golfo como simpático, quiere permanecer alejado de su casa por un tiempo para escabullirse de quienes lo buscan por unas deudas.

A medida que van pasando las horas, va surgiendo la gran paradoja: a cuanto más limitados se experimentan en razón de la edad, más van recuperando lo mejor del espíritu juvenil, como la camaradería, las bromas y las ocurrencias –como cuando huyen de la mujer insufrible–, la capacidad de compartir y de disfrutar de lo poco que se tiene… En definitiva, van comprobando que lo mejor del ser humano no depende de lo biológico, sino de las actitudes que lo elevan sobre sí mismo y que tienen que ver con las relaciones personales que establecen.

Las confidencias junto al “fuego de campamento” o a lo largo del camino hacen que cada uno reflexione sobre su propia realidad, qué ha sido du vida. Bill valora más que nunca el amor de su esposa, la estabilidad que le ha proporcionado a su existencia. Stephen, por su parte, afronta el vacío de su vida de hombre dedicado a pasarlo lo mejor posible. Más que un viaje iniciático –aunque en cierto sentido sí lo es–, el trayecto es la última etapa de un camino, pero que da sentido a todas las etapas que se han recorrido en la vida.

Los personajes, tan distintos entre ellos, están muy bien perfilados y se complementan perfectamente para dar como resultado una extraña pero entrañable pareja, uno el intelectual de vida afectiva equilibrada y feliz, otro el egoísta mujeriego que, al final, descubre que no ha optado por el camino adecuado. Robert Redford y Nick Nolte están magistrales y elevan con mucho el nivel de un guión, de por sí, no muy sólido. Emma Thompson en su papel de Catherine, la esposa del escritor, está también magnífica, aunque apenas si aparece en unos pocos minutos.

El resultado final es una película muy interesante y divertida, en la que afloran valores como la familia, el amor auténtico y estable de un matrimonio, la fidelidad a través de los años, la ternura, la amistad… Una buena propuesta para pasar un rato agradable.

 

 

 

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