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Una bolsa de canicas

Caratula de ""

Crítica:

Publico recomendado: Jóvenes y adultos

Como otros niños y jóvenes que se ven envueltos en guerras, Joseph y Maurice tienen que realizar un obligatorio curso acelerado de maduración cuando los alemanes invaden Francia en la Segunda Guerra Mundial, y deben huir por ser judíos. Basada en la novela Un saco de canicas, de Joseph Joffo, el director Christian Dugay (Coco Chanel, Hitler: El reinado del mal, Campamento castigo…) nos acerca a los miedos, sufrimientos y brutalidades que padecen los más vulnerables en las contiendas bélicas. Destacar también el papel benefactor de varios eclesiásticos en el filme, implicados en salvar a los niños del poder nazi.

Roman (Patrick Bruel: El nombre, Cena de amigos, El lobo…) regenta una peluquería en la que trabajan sus dos hijos mayores. Con su mujer Anna (Elsa Zylberstein: Primavera de Normandia, Hace mucho que te quiero…), han tenido también al adolescente Maurice (Batyste Fleurial) y a Joseph, el más pequeño de la familia.

Llegan los nazis y la familia tiene que huir a la zona libre —más tarde dejaría de serlo por el colaboracionismo del gobierno del mariscal Petain con los alemanes—, pero debe hacerlo por separado y ocultar que son judíos (la “prueba” que el padre somete al pequeño Joseph es brutal). Así, los dos infantes deberán embarcarse en una emigración forzosa pasando mil y una penalidades.

El director canadiense Christian Dugay, que también es coguionista, retrata con vigor e implicación emocional el desgarro que supone para un niño su periplo obligado de separación de sus padres y los peligros a que son sometidos. Lo vemos y enfatizamos en muchas escenas del filme. Las almas de los dos protagonistas no quedan destrozadas, como viene ocurriendo con las guerras actuales, en las que los pequeños y jóvenes son utilizados como soldados (muchas veces drogados para matar) y/o esclavas sexuales, en el caso de las chicas.

El director canadiense dota de verosimilitud las consecuencias que tuvieron para los judíos el programa de confiscación de bienes y exterminio étnico ordenado por Hitler y desarrollado por sus principales subalternos.

Christian Duguay conduce con solvencia a sus jóvenes protagonistas, sabedor de que es la primera vez que se ponen delante de la cámara, para llevar a la gente las peripecias narradas en el libro autobiográfico de Joffo. Dugay ha plasmado en diálogos e imágenes la aventura forzosa del escritor francés y su hermano mayor (encarnados por los protagonistas del filme) para escapar del Holocausto. La obra fue publicada en 1974 con gran éxito en Francia.

En el filme, se evidencia, como se apuntó más arriba, la actuación de sacerdotes católicos para defender y salvar a judíos del poder omnipresente nacionalsocialista, lo cual atestigua el compromiso de muchos eclesiásticos en Francia y otros países para defender el derecho a la vida de quienes habían sido condenados a desaparecer en la “Solución final”.

La bolsa de canicas es una muestra más de la barbarie pensada y ejercida hace menos de 100 años en una Europa que creía que había interiorizado los avances humanos de la Ilustración, pero que resultaron ser más un ejercicio de buenismo superficial que una constatación clarificadora de que “no hay nada nuevo bajo el sol”, por mucho que se empeñen líderes políticos y sociales en esgrimir el tótem de que los avances científicos y de derechos vacunan permanentemente al ser humano para realizar las mayores depravaciones: craso error.

 

 

 

 

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