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Una herencia de muerte

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Dean Craig es guionista y director inglés, mejor conocido por hacer comedias nupciales, ya sean negras (Una boda de muerte, 2011; Un funeral de muerte, 2010) o románticas (Amor. Boda. Azar, 2020; The Honeymoon, 2022). Una herencia de muerte (Craig, 2022) sigue la misma línea, aunque esta vez puede que, más que hacia la comedia negra, Craig se haya deslizado hacia la farsa.

Las hermanas Macey (Toni Collette) y Savanna (Anna Faris) gestionan un café que está hasta arriba en deudas. Macey, divorciada, tiene un nuevo novio que está a punto de abandonar la ciudad por trabajo, y tanto ella como Savanna tienen a su cargo a una hermana menor, Ellen (Keyla Monterroso) y a su madre, Diane (Patricia French). El dinero es poco y está por ser menos justo cuando Diane les cuenta que la millonaria tía Hilda (Kathleen Turner, estupenda) está a punto de morir. Diane desprecia a su hermana y su muerte cercana le es casi un motivo de alegría.

En los créditos iniciales de esta farsa, quizá lo más simpático de la cinta, nos dejan claro que Macey, Savanna y sus primos correteaban y jugaban en casa de la tía Hilda cuando eran niños, y que se la pasaban estupendamente. Savanna, ante la noticia, le propone a Macey ir a visitar a la tía Hilda a ver si esta las incluye en el jugoso testamento. Macey, la menos indecente de todos, rechaza la propuesta, luego duda, luego accede. El problema no será solo que la tía Hilda es grosera y despreciable, sino que los primos Richard (David Duchovny), un adulador profesional, y la desvergonzada Beatrice (Rosemarie DeWitt), comparten el mismo propósito que ellas.

Craig tiene en este punto creada la tormenta perfecta para una comedia negra que, dado el nivel del elenco, debería mantenerse en alto. No lo consigue: muy a pesar de una espléndida Toni Collette, las situaciones llegan a la chabacanería y lo grotesco, convirtiéndose en farsa demasiado rápido como para que se quiera permanecer frente a estos personajes siquiera la primera parte de la cinta, no digamos de la segunda. Los episodios como en el que se confabulan para intentar que la tía Hilda tenga sexo por última vez, alcanzan tal desarreglo que, quizás Craig y el elenco pensaron que sería hilarante, pero en el espectador solo surge el rechazo.

Una herencia de muerte puede presumir de un gran elenco, pero de poco más. Si fuese igual de grotesca, pero graciosa, se habría salvado. El problema es imperdonable cuando del género al que pretende pertenecer se trata: no da risa. Una lástima.

Narcisa García

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