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Una historia de amor italiana

Crítica

Público recomendado: +12

Podríamos pensar que el título escogido en España para la última película del cineasta y escritor Paolo Genovese –Perfectos desconocidos, 2016- resulta injusto con el original, que podemos traducir de forma sencilla como Superhéroes. Sin embargo, más allá de consideraciones publicitarias, como la de ahorrar al seguidor de las franquicias de Marvel o DC Comics un posible disgusto, el nombre de Una historia de amor italiana (Genovese, 2021) nos advierte de dos circunstancias importantes: por un lado, cuando Carver se preguntaba de qué hablamos cuando hablamos de amor, en esta cinta podría haber encontrado respuesta a la pregunta, funcione o no su formulación y desarrollo; por otro, aunque lo menos relevante para estos enamorados es la nacionalidad de sus protagonistas -no es el espacio la magnitud que nos llevará a disfrutar y reflexionar, sino el tiempo-, su historia podría haber devenido en comedia de enredos en países con amplia tradición en el género, como España o Francia.

 

Estamos, sin embargo, ante una tragicomedia sentimental, un melodrama con aspiraciones de sacarnos alguna sonrisa en su amplio metraje (122 minutos). Los protagonistas de esta historia son Anna (Jasmine Trinca), una dibujante de cómics impulsiva y un tanto alocada, y Marco (Alessandro Borghi), profesor de ciencias con la convicción de que nuestras vidas se rigen por las leyes de la física en todo sentido y momento. El encuentro casual de estas dos personalidades tan opuestas marcará el inicio de un camino que ha de pasar del azar al deseo y la determinación de estar juntos, algo que supone esfuerzo y compromiso, complementando necesariamente ambas filosofías vitales. Marco y Anna tienen la aspiración de vivir juntos para siempre: Genovese nos ofrecerá 20 años de sus vidas en lo que supone sin duda un planteamiento formal un tanto arriesgado, el de construir la historia a golpe de idas y venidas en la línea temporal, rehuyendo del plano lineal, forzándonos a estar atentos al estilismo de sus protagonistas -la barba de un Marco adulto- o al filtro cambiante de color en la fotografía para saber si hemos avanzado o retrocedido. El director pretende que sea el espectador quien construya finalmente el puzzle de la historia de amor de Anna y Marco, dándonos piezas desordenadas.

 

Sin embargo, los aspectos formales de la cinta no son su punto fuerte; tampoco su guión, correcto sin mas. La película aspira a que nos veamos reflejados en una serie de situaciones comunes en la vida de dos personas que quieren mantenerse unidas: en sus pasiones, sus defectos, sus ilusiones, sus altibajos, sus encuentros y desencuentros. Las interpretaciones más que convincentes de Trinca y Borghi ayudan. ¿Qué no lo hace? Una banda sonora intrusiva y omnipresente que fuerza el sentimiento en el espectador. Deja finalmente una reflexión quizás un tanto apresurada con respecto a la vida y al tiempo propiciada por una situación que preferimos no desvelar.

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