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Una segunda madre

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomedado: Adultos

Brasil es una de grandes potencias emergentes, según se traduce en cifras económicas, y en una sociedad que poco a poco se ha ido liberando de los prejuicios clasistas. Así lo refleja la cineasta Anna Muylaert en Una segunda madre, Premio del Público en la pasada Berlinale, Premio Sundance a Mejor Interpretaciòn Femenina, en la reciente presentación realizada en Madrid. “Desde que llegaron los portugueses, hace 500 años, Brasil siempre ha estado gobernado por ricos. Lula fue la primera persona de la clase humilde que llegaba al poder”. Durante su presidencia (2003-2010), Luiz Inácio Lula da Silva consiguió “muchas cosas positivas, entre ellas acabar con el hambre, aunque no pudo hacer milagros”, añade. “Sin embargo, en este tiempo sí ha habido un cambio importante en la autoestima, en la imagen que los brasileños tienen de sí mismos, en su conciencia como ciudadanos”.

Una segunda madre es la historia de Val (Regina Casé), una interna que se toma su ocupación muy en serio. Trabaja para una familia adinerada y supuestamente progresista de Sao Paulo lavando, cocinando y limpiando. También cuida desde su infancia a Fabinho, el hijo de 17 años del matrimonio de la casa y es su confidente, porque su madre parece no tener tiempo para él, untipo de madre “a tiempo parcial”.  Val dejó a su propia hija, Jessica (Camila Márdila), lejos de su casa al cuidado de unos familiares en el norte de Brasil, en una pequeña ciudad de Pernambuco, 13 años atrás, para venir a trabajar a Sao Paulo, y no se han visto desde entonces, pero de repente anuncia su llegada. Ahora es una joven segura de sí misma, inteligente y ambiciosa, que tiene la intención de estudiar arquitectura en la universidad de Sao Paulo y se niega a aceptar las reglas que hay en la casa de amo y sirviente, porque no entiende que su madre se deje tratar como un “ciudadano de segunda”.

Por eso, en vez de permanecer en la humilde habitación de su madre, decide instalarse en la de invitados y además, acercarse a Fabinho y sus amigos. Poco a poco, la reglas establecidas y el orden inquebrantable establecido por Val se van desintegrando en la casa, muy en contra de su voluntad; y en medio de una de las discusiones entre madre e hija, un secreto bien guardado de Jessica acaba saliendo a la luz. Esta nueva situación pondrá en tela de juicio las lealtades de Val y la obligará a valorar lo que está dispuesta a perder, o a elegir: la casa o la cocina, su hija o sus patrones y el hijo de los dos.

Entre Val y sus jefes impera una serie de “leyes invisibles” que hunden sus raíces en el periodo colonial portugués, explica la directora Muylaert. No es hipocresía por parte de los acomodados patronos, porque ellos no son conscientes del trato que dan a su empleada, al igual que ésta tampoco ve las pequeñas humillaciones a las que se ve sometida a diario. Por eso, cuando la joven Jessica irrumpe en la vida familiar, Val no entiende su descaro. Y de pronto, esas leyes invisibles “se vuelven visibles”, algo que en Brasil todavía sorprende, añade.

En la película se aborda ese cambio de mentalidad con este drama social, donde cada personaje arroja luz de ese cambio de paradigma: “Jessica (Camila Márdila) no conoce las reglas, o finge que no las sabe, y no las respeta”. “Es un personaje de ficción, no conozco a nadie como ella, pero mucha gente que vio la película me dijo que simbolizaba esa generación post-Lula que cree en sí misma, frente a la generación que sigue las reglas como si fuera la Biblia”, afirma Muylaert.

Es también autora del guión, y en esta ocasión estuvo casi dos décadas dando forma a la película, que en un principio iba a llamarse “La puerta de la cocina”. Su análisis de la familia, de los cambios sociales y de los pactos tàcitos en la convivencia, asì como del papel de las empleadas del hogar, resulta fresco, magistral y anuda la comedia y la tragedia, como la propia vida. En el personaje de Val “se ven reflejadas muchas de las historias que se dan en Brasil”, de hijos que sienten más cariño por sus niñeras que por sus propias madres, y que han sacrificado la crianza de sus propios hijos, explica. Por eso, para encarnar a esta carismática mujer que cuida del hijo de sus jefes como si fuera el suyo propio, Muylaert pensó en Regina Casé, una de las estrellas del cine y la televisión brasileñas, algo que le ha conseguido el Premio a la mejor interpretación femenina en el pasado Festival de Sundance.

Anna Muylaert (Xingu. La misión al amazonas, El año en que mis padres se fueron de vacaciones), ha vuelto a hacer una gran película de análisis humano, un acercamiento a la vida domèstica y a la movilidad intergeneracional, de una gran directora que seguirà ofreciendo lecturas personales e interesantes.

 

 

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