Crítica
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Lo mejor de Unzué. El último equipo de Juancar es que es una historia real. Juan Carlos Unzué, de 56 años es un conocido futbolista de los noventa. Jugó de portero en el Barça o el Sevilla entre otros. Juan Carlos es el marido de María y el padre de Aitor, María y Jesús. Y desde 2020 es paciente de ELA.
El documental es un proyecto personal del exfutbolista, dirigido por Xavier Torres, Santi Padró y Jesús Muñoz, miembros de Deportes de TV3. Con él Unzué narra los pormenores de la organización del partido benéfico Barça-Manchester City, que se jugó el 24 de agosto de 2022 y con el que se recaudaron 4,3 millones de euros para la investigación del ELA, con la presencia de 91.000 espectadores. También da visibilidad a esos otros pacientes anónimos, que no han tenido una carrera tan visible como la suya y que en poco tiempo se han convertido en sus verdaderos compañeros de equipo.
Todos ellos se enfrentan a una enfermedad degenerativa sin cura, saben que se van a morir en pocos años. Cada día que pasa se levantan más impedidos, necesitan más ayuda… y no todos pueden pagarlo. Algunos le recriminan a Unzué su optimismo, es difícil entender el sentido de una vida así. Otros hablan abiertamente de la eutanasia como la mejor opción. Otros, como Jordi Sabaté, va un paso por delante y desde su cama y hablando con los ojos no deja de sonreir y mostrar su amor por la vida.
El espectador se adentra en casa de Unzué -una casa bastante privilegiada- y también en las de sus nuevos amigos. La mayoría de ellos viven en situaciones más penosas: casas sin ascensor, con escaleras estrechas, habitaciones tan pequeñas que no caben todos los aparatos que necesitan. Y sobre todo con pensiones y ayudas que no alcanzan a pagar los miles de euros que cuesta la atención personalizada 24 horas al día que necesitan a medida que la enfermedad avanza.
Hablan también las familias. María Elorza, la mujer de Juan Carlos, es testigo en primera línea de cómo va empeorando su marido. Se convierte en su bastón, aprende a querer su fragilidad, se deja contagiar de su entusiasmo, de sus fuerzas. Entiende y acepta pronto su nuevo papel de cuidadora de enfermo, y lo que es todavía más bonito, se resiste a perder el de esposa. Deja claro que ella le cuida porque le quiere, porque es su mujer no su enfermera. Ella, así como sus hijos, tienen que hacer su propio camino con esta nueva enfermedad. Cambia la dimensión del tiempo, aparecen nuevas preguntas, aprenden a vivir del ahora. Y lo hacen todos juntos.
Elena Santa María