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Veloz como el viento

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: jóvenes

Los caminos de redención son siempre duros, intrincados y, en ocasiones, sofisticados para unos y tozudamente directos para otros.

El director y coguionista italiano Matteo Rovere nos lo muestra en Más veloz que el viento, un filme que nos acerca también rotundamente a la épica de los carreras de coches y, principalmente, al arte de conducir.

Giulia (Matilda De Angelis) es una joven de 17 años apasionada por las carreras de automóviles, a la que dirige su padre. Este muere repentinamente mientras su hija participa en una de estas competiciones. En el entierro, aparece su hermano Loris (Stefano Accorsi: Fortunata…), un drogadicto que junto a su mujer, se instalarán, pese a la oposición de la joven, en la casa donde vive esta junto con su hermano pequeño. La vivienda le será quitada si no realiza el pago de una gran cantidad de dinero, por lo que Giulia elige a regañadientes que Loris la entrené y dirija, pues este fue un afamado corredor años atrás. En esta relación forzosa, ambos hermanos se enfrentarán a sus demonios respectivos.

El mundo de los automóviles de competición está rodado admirablemente, con profusión de escenas, tomadas desde muchos ángulos (picados, planos detalles de los componentes de los automóviles, adelantamientos, ambiente de la grada y de boxes, colisiones…), en las que participa la joven. Rovere nos muestra con generosidad que el cine está hecho a base de imágenes y de atención por las que nos acercan a un mundo determinado, en esta ocasión al ambiente que rodea a las carreras en Italia, pero podría ser en cualquier lugar del mundo donde compiten pilotos avezados para obtener un puesto en el podio.

Está destreza del director trasalpino para rodar la mantiene en la dirección de actores. Así, Stefano Accorsi se introduce en la piel de un yonki que todavía tiene algo que decir en una vida que se acerca al precipicio. Para contener al hermano aparecido, la joven Matilda de Angelis despliega todo su carácter, al tiempo que va reconociendo poco a poco su sabiduría en el arte de la conducción de aquel.

En idéntica línea convincente, se encuentra el plantel de actores secundarios, a los que Rovere ha sabido inculcar un temple concreto para cada uno de los personajes.

En el plano vivencial, nos congratulamos que las continuas adicciones de Loris no le hagan olvidar su pertenencia a la familia, de la que solo quedan Giulia y su hermano pequeño. Intempestivo y con accesos de furia transgresora, cuenta con la clarividencia para asumir su puesto de hermano mayor en momentos complicados.

Veloz como el viento es una estupenda ocasión para los amantes del volante, al tiempo que también nos motiva para no caer en la desesperación cuando hemos recorrido, o estamos en trance de hacerlo, “parajes oscuros”.

 

 

 

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