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Vengadores: Infinity war

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Diez años después de la inauguración del universo compartido de Marvel Studios (con Iron Man, de John Favreau) llega la culminación de esta macro-franquicia con Infiity War, un mastodonte inabarcable en cuanto a ambición, personajes, duración y taquilla.

Los Vengadores siguen esparcidos por distintos puntos del universo, momento que aprovecha el poderoso Thanos para efectuar una amplia ofensiva que le permita adquirir todas las Piedras del Infinito y así poder acometer su plan maestro: eliminar a la mitad de seres vivos del universo.

El experimento de universo compartido de Marvel, en que se han cruzado franquicias individuales y películas corales, ha marcado sin duda el cine comercial de la última década. El enorme éxito de Los Vengadores en 2012 desató en el resto de estudios de Hollywood una fiebre por construir sus propios universos narrativos. El mayor rival, el basado en los comics de DC (a cargo de Warner), tuvo altibajos hasta estrellarse con el fracaso de Liga de la Justicia. Esto deja el camino despejado a la franquicia Marvel, y con esta Infinity War han dado un golpe de autoridad con unos números en taquilla demenciales.

Cuando nos posicionamos frente a un fenómeno de esta naturaleza, es muy difícil hacer valoraciones cinematográficas normales. No hace falta más que asistir a alguna de las primeras proyecciones del film (pobladas por fans de Marvel que viven la experiencia a un nivel casi religioso) para detectar que Infinity War tiene más valor como evento socio-cultural que como película en sí.

Las bondades de la película, en cualquier caso, están circunscritas sobre todo al terreno del espectáculo: las enormes secuencias de acción son espectaculares, la interacción entre personajes tan diversos y atractivos resulta emocionante, y además en esta ocasión Marvel se sale de su cómoda fórmula habitual, para ofrecernos una dosis mayor de seriedad y dramatismo. Por mucho que sepamos que los trágicos acontecimientos que presenciamos son reversibles, eso no resta un ápice de auténtica emoción y es de alabar la valentía de la compañía al apostar por esta historia y esta resolución (que es más bien un cliffhanger que se resolverá en la siguiente película).

Temáticamente, es interesante cómo se repite la idea de sacrificio desde diferentes perspectivas. En una situación en que está en juego un bien mayor, el destino del universo nada menos, varios personajes toman la decisión aparentemente errónea de defender una vida particular. El hecho que se apunta es que posiblemente sea finalmente la decisión correcta, y que, como se decía en La lista de Schindler, “quien salva una vida, salva al mundo entero”.

También cabe destacar al villano de la función, Thanos, dotado de una solemnidad y una dimensión muy superior a la de la galería de malvados que ha desfilado por el universo Marvel, uno de los aspectos más deficientes de esta macro-franquicia. Thanos tiene poderosas motivaciones, determinación para llegar a las últimas consecuencias, e incluso matices redimibles a través de la relación con su hija adoptiva, Gamora (en ese sentido, no es casual que su decisión sobre ella sea la contraria a la adoptada por otros personajes frente al dilema del “bien mayor”).

Sin embargo, todos estos elementos positivos no pueden disimular que nos hallamos ante una película que carece totalmente de estructura y cohesión narrativa. Suele ocurrir cuando dividen una historia en dos películas (como pasó con las últimas de Harry Potter), la sensación es que estamos presenciando la mitad de una historia, y que inevitablemente se ha estirado para llegar a una duración adecuada a este tipo de épica. Así, nos encontramos con una película que no consigue abarcar todos los frentes que abre con soltura, con lo cual muchas de las tramas se quedan estancadas durante muchos momentos. La progresión y la unidad narrativas brillan por su ausencia.

También asistimos a una disparidad de tonos muy llamativa, con tramas y secuencias enormemente dramáticos, y otras exageradamente cómicos, resultando en un montaje con sensación de zapping entre películas distintas.

En definitiva, una película narrativamente muy deficiente, pero con tal cantidad de espectáculo, emoción y personajes atractivos que la balanza se acaba inclinando hacia el lado positivo.

 

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