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Victor Frankenstein

Caratula de "Victor Frankenstein" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

La inmortal historia de Frankenstein y su monstruo, creada por Mary Shelley, ha sido adaptada tantas veces al cine (la última y desafortunada ocasión está bien reciente) que cuesta entender que otro director se anime a probar suerte con un material tan trillado.

Sin embargo, el guión de Max Landis ofrece un aspecto novedoso, al convertir en personaje principal y punto de vista predominante a Igor, el ayudante del Doctor Frankenstein.

Nuestro protagonista es un jorobado que malvive en un circo mientras estudia Medicina y Biología por su cuenta. Cuando Víctor Frankenstein descubre sus habilidades, le ayuda a escapar del circo, le corrige sus deformidades y lo convierte en su ayudante para llevar a cabo sus siniestros experimentos destinados a crear vida de forma artificial.

El relato de Frankenstein se concibió como una advertencia, en medio de un siglo de avances como fue el XIX, para que el hombre no intentara utilizar su saber y tecnología para intentar convertirse en Dios. Las distintas versiones han recogido de una u otra manera este trasfondo, y Víctor Frankenstein no es una excepción. Sin embargo, en esta ocasión la línea entre la genialidad y la locura, entre el respeto al orden natural y el fanatismo retrógrado no queda demasiado clara, ya que el antagonista de Frankenstein es un inspector de policía que, casualmente, resulta ser también un fervoroso católico de maneras y expresiones exageradas y algo caricaturescas (de hecho, el personaje acaba convirtiéndose alegóricamente en el primer monstruo al quedar deformado por su obsesión de detener a Frankenstein). A pesar de algunos diálogos interesantes entre inspector y doctor, finalmente la película no profundiza en los temas que pone sobre la mesa, e incluso ofrece una mirada psicologista sobre el comportamiento de Frankenstein algo forzada e innecesaria.

Por lo demás, nos encontramos con un producto razonablemente bien elaborado, aunque con una estética moderna en la línea del Sherlock Holmes de Guy Ritchie que en esta ocasión parece fuera de lugar. James McAvoy está algo sobreactuado como Frankenstein, mientras Daniel Radcliffe cumple en su papel de Igor. Hay una trama amorosa metida con calzador, y la película se deja ver sin demasiado esfuerzo ni demasiado interés hasta el final.

 

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