Crítica
Público recomendado: +16
¿Te imaginas que tu madre se presenta en tu casa por sorpresa, en medio en una mala racha con tu marido y justo cuando estáis iniciando una terapia de pareja? Justo esto es lo que le pasa a la protagonista de nuestra historia, narrada por Eric Lavaine en clave de comedia con un humor atenuado.
Tras el éxito en taquillas de su cinta Vuelta a casa de mi madre (2016), el director francés se lanza con una secuela de ésta: Esta vez, madre e hija se cambian los papeles. Es Jacqueline, madre de Carole, quien necesita ahora alojarse en casa de su hija, a causa de las interminables obras en su casa, a las que apenas presta atención.
Si bien nos divertíamos con la historia de Vuelta a casa de mi madre, que costó 8,5 millones de euros y recaudó alrededor del doble en la taquilla francesa; con este argumento se justifica la secuela de una comedia prácticamente igual que la anterior, en la que el director cumplía su objetivo: volver a reunir en la gran pantalla a dos actrices fetiches de la comedia francesa: Josiane Balasko y Mathilde Seigner.
La fórmula es bastante similar: Eric Lavaine en la dirección, este mismo y Héctor Cabello Reyes repiten como guionistas, los personajes también coinciden y las dinámicas de guion funcionan igual. La película vuelve a estar protagonizada por la doble ganadora del César Josiane Balasko (Vuelta a casa de mi madre, El erizo), junto a la tres veces nominada al César Mathilde Seigner (Un verano en Ibiza) y Jérôme Commandeur (Bienvenidos al Norte).
El cineasta francés se consolida en su estilo, practicando ese humor francés familiar y cercano, creando una historia ligera, divertida, con ocurrencias y particularidades muy vinculadas a nuestro día a día, con las que nos es fácil sentirnos identificados. Lavaine profesa un gusto por ahondar en los (pocos) personas casi como una escena cotidiana coral, con perfiles definidos, malentendidos y líos entrecruzados y sonrisas aseguradas.
Aunque no es la comedia del año ni consigue ser demasiado original, la película nos enseña con mucha naturalidad momentos a veces un poco surrealistas de cosas que suceden en el seno familiar, nos hace reír con clichés de las madres o de las terapias de pareja y nos entretiene con la exquisita interpretación de Josiane Balasko, que es sin duda, lo mejor de la producción.
Una hora y media es el tiempo máximo que permite al espectador disfrutar de este tipo de comedia y abstraernos de la realidad, a menuda áspera y agotadora, un acierto para terminar el año y quizás, ¿por qué no? Descansar en el cine con una historia fresca y ajena a los problemas que nos brinda la actualidad.
Los paisajes que aparecen alrededor de la casa de Carole son una auténtica delicia, te hace trasladarte al mediterráneo y le da a la película un toque más exótico.