Crítica:
Público recomendado: jóvenes y adultos
Vuelta a casa de mi madre es una divertida película francesa que cuenta la historia de Stephanie, una mujer que tras quedarse sin trabajo se ve obligada a volver por un periodo de tiempo a casa de su madre, a la espera de poder encontrar pronto un nuevo empleo. Stéphanie (protagonizada por la excelente Alexandra Lamy) es una joven arcquitecta, divorciada, una persona muy vital y con mucha fuerza de voluntad que frente a una situación complicada intenta no dejarse derrumbar sino poner los medios necesarios para solucionarla.
La cinta se centra en la relación entre Stephanie y su madre Jacqueline (Josiane Balasko), una mujer con mucho carácter y con un estilo de vida bastante peculiar. Jacqueline acoge a su hija con brazos abiertos, pero la convivencia entre las dos lleva algunos inconvenientes desde el comienzo: no solo Stephanie debe volver a adaptarse a algunas singulares costumbres de su madre, como escuchar sin parar a Francis Cabrel, jugar a Scrabbles y dar típicos consejos maternales, sino que una serie de hechos extraños parecen complicar la convivencia.
El director Eric Lavaine logra mostrar de forma muy irónica como el cariño familiar puede prevalecer sobre cualquier malentendido. Eso se mostrará también en la relación entre Stephanie y sus dos hermanos, que son dos personas de relativo éxito que inicialmente parecen ser incapaces de identificarse y solidarizarse con la condición de Stephanie, reduciéndola a un mero problema monetario, o sea de cálculo y de balances económicos familiares.
A través de una serie de hechos irónicos y a veces tragicómicos Lavaine nos pone delante de un retrato del mundo moderno, que de forma estimulante nos ayuda a simpatizar con problemas de nuestra sociedad recordándonos que, en cualquier circunstancia positiva o negativa de la vida, los afectos, por limitados que sean, pueden apoyarnos y conducirnos con más realismo del esperado.