Crítica:
Público recomendado: Jóvenes
Las adaptaciones cinematográficas de vídeo juegos no han tenido hasta la fecha demasiada fortuna entre crítica y público, y aún así Hollywood continúa buscando inspiración en sus píxeles. Ahora le toca el turno a Warcraft, y sorprende ver el nombre del director Duncan Jones, hijo de David Bowie y autor de interesantes películas como Moon o Código Fuente, al frente del proyecto.
El reino de Azeroth está al borde la guerra al conocer sus habitantes que les espera una oleada de orcos invasores. Cuando se abra un portal dimensional entre sus mundos, dos héroes de las distintas razas tendrán en sus manos el destino de sus pueblos.
Antes que nada, debo reconocer que no sé nada sobre vídeo juegos. Nunca he tocado una vídeo consola en mi vida, y quizás eso me coloque en cierta desventaja ante esta película. Por otro lado, es de suponer que al adaptar de un medio a otro, se debería intentar incluir en el mundo que se presenta a los profanos en la materia, y en mi caso eso no ha ocurrido con Warcraft.
El comienzo de la película resulta ya enormemente confuso, con continuas presentaciones y referencias a eventos y personajes que no se conocen, además de los constantes saltos de localización. Aunque uno cree acabar entendiendo la trama, lo cierto es que para entonces tiene claro que lo que pasa en la pantalla no le importa demasiado. Es difícil que así sea con personajes planos, interpretaciones sorprendentemente deficientes para un elenco de actores bastante presentable, y una saturación de elementos digitales. La narración de Duncan Jones, tan acertada en películas anteriores, se vuelve caótica por momentos, con un montaje atropellado y arrítmico.
En definitiva, me cuesta encontrar una razón para recomendar esta película a alguien que no sea seguidor del vídeo juego original.