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Whitney

Caratula de "Whitney"

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Whitney Houston no fue la primera ni será la última de las grandes divas del pop malogradas.

Es la vida misma del éxito, con sus promesas, sus exuberancias, pero también con sus engaños, sus frustraciones… El lado oscuro del glamour, tan mortífero como una enfermedad sin antídoto. Parece como si el don divino de la voz fuese un regalo envenenado. A determinados mortales se les permite llegar a cumbres insospechadas, pero por muy poco tiempo. Sólo pueden subir unos elegidos, pero todos han de bajar, y no siempre los elegidos saben cómo hacerlo; algunos son derribados, otros caen por un precipicio, y algunos, los menos, van descendiendo.

Como no podría ser de otro modo, todo esto está en el documental Whitney. Tenemos muchos testimonios muy cercanos, de varios de sus hermanos, productores, músicos de estudio, staff de las discográficas que trabajaron con ella, etc.  Enormemente destacado es el papel de su madre, cantante en el coro góspel de su iglesia, y a quien Whitney debió todo su aprendizaje musical y artístico. Su ascenso, para los que la conocían era cuestión de tiempo, pero inevitable, con esa voz y ese encanto.

Pero fueron muchos frentes los que amenazaron su carrera. Las encarnizadas luchas por el control de su carrera y de sus finanzas, la presencia omnipresente de las drogas, los celos de su propio marido por su meteórica carrera, etc. Su madre aparece en el documental, quizá como la única figura que solo buscó, siempre y en todo momento, su bien. Lo más dramática es quizá la historia de su hija, una niña desafortunada, que creció en un ambiente que solo podía llevarla a donde finalmente la llevó: la depresión, las drogas y una muerte prematura. Hay mucha más tela que cortar en el documental. Es un documental propio de un fiscal, porque se lanzan duras acusaciones, con nombres propios, por cosas concretas, delictivas todas.

Ya hemos visto un documental parecido con Amy (2014). Si Amy fue una malograda diva, Whitney voló aún más alto, gracias a su enorme talento, su voz, capaz de conmover a una piedra, y una belleza y encanto fuera de lo común. Pero ambas son muertes prematuras, ambas pasaron un infierno, ambas tuvieron necesidad de desintoxicación y ambas fueron en el escenario, en sus últimos conciertos sombras de sí mismas. Ambos documentales acusan y encontramos a las divas como víctimas de manejos y enjuagues de terceros, aunque puedan ser de la familia. Otros documentales también nos han hablado del poder de destrucción de las drogas entre los artistas, alguno de factura española sobre un artista nuestro muy querido:  Antonio Vega: tu voz entre otras mil.

Pero seguimos viendo estas vidas como vida de tragedia, cuyos patrones que están casi repetidos. De todos los músicos, la mayor gloria les está reservada a los grandes cantantes: no a los compositores, que podrían ganar incluso más dinero que los cantantes, gracias a los derechos de autor, y a la exposición al público que pueda tener una canción en radio, TV, etc. Pero el público siempre se enamorará de los y las cantantes. Y estos ganarán más o menos que productores y compositores, dependiendo en cada caso, pero la máxima gloria es siempre suya. La cruz de tanta exposición al público será su vulnerabilidad. La carne es débil, ya lo advertía Jesús en el Evangelio, y el reclamo de las drogas es demasiado atractivo, pero siempre, siempre pasa factura. En estos casos, no existe la responsabilidad limitada, no se responde con el propio patrimonio, paga el artista con su vida misma.

 

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