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Wonder Woman 1984

Caratula de "Wonder Woman 1984" (2020) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +13

 El universo fílmico basado en los superhéroes de DC Comics cuenta ya con nueve películas en su haber. Si se llegó a un clímax narrativo con La Liga de la Justicia, el grupo ideado por Gardner Fox en 1960, con Wonder Woman 1984 llegamos, quizás, a un clímax narrativo dentro del personaje de la “Mujer Maravilla”.

En Wonder Woman vimos cómo Diana afrontaba su misión enfrentándose al dios de la guerra Ares y, al mismo tiempo, cómo descubría la hermosa complejidad de la naturaleza humana, gracias al amor por el Capitán Steve Trevor. En esta digna secuela, Diana será puesta a prueba, no tanto por su grandeza como guerrera sino por los motivos interiores que definen su heroicidad: su amor a la verdad, su misión por salvar a los humanos (incluso de sí mismos) y por su batalla implacable contra las fuerzas del mal. Interesante en este sentido el espectacular arranque de la película, un flash back de su infancia en donde es corregida sobre dónde reside la verdadera grandeza.

Estamos, como bien dice el título, en el año 1984, en plena Guerra Fría. Diana Prince, conocida como Wonder Woman, se enfrenta al empresario Max Lord y a su amiga Bárbara Minerva (Cheetah), una villana con una fuerza y agilidad sobrehumana.

Diana, tras la pérdida de su amor Steve Trevor, entra en un proceso interno de madurez, en donde una parte de ella está ausente, como añorando ese afecto perdido. De hecho, en La Liga de la Justicia vemos cómo Zack Snyder, guionista también en Wonder Woman, siempre le ha dado una gran importancia a las relaciones familiares y a las conexiones emocionales de los personajes.

En la película que nos ocupa, su directora y coguionista, Patty Jenkins, ha rescatado a una de las villanas más populares de la Mujer Maravilla, conocida con el nombre de Cheetah. Fue creada por William Moulton Marston como una alegoría sobre la locura de las emociones “anormales” como los celos. El personaje de la amiga de Diana, Minerva, tiene un arco de transformación fascinante, en donde vemos cómo pasa de estar “emocionalmente desalineada” a recibir una especie de reforma emocional, por parte de un líder amoroso (Wonder Woman), como diría el propio Moulton. La subtrama de Cheetah junto a los esfuerzos por construir muy bien el pasado emocional y familiar de Max Lord, conforman un antagonista de gran nivel.

Vale la pena destacar, como ya ocurría en Wonder Woman, la presencia del mal y su influencia sobre la naturaleza humana. Los humanos se muestran siempre como “víctimas del mal” y no como seres malignos. Las acciones malas de los humanos estarían, en el Universo de la Mujer Maravilla, siempre provocadas por influencias de seres malignos, en este caso, de dioses del pasado mitológico griego. La envidia de Ares provocó el inicio de las guerras en el planeta Tierra; y otros dioses jugaban con la mentira para llevar a los humanos al caos. Un caos que recuerda a la película Joker y a la oscuridad de la trilogía de Nolan sobre Batman. Las envidias de estos dioses recuerdan en la tradición cristiana, a la envidia que sintió Lucifer ante la creación de Dios, ante los humanos.

Si hubiera que poner algunos “peros” a esta película, estarían casi todos en la parte central de la película, que da ciertos bandazos narrativos y rítmicos, quizás por intensificar la relación amorosa de Diana.

Aún así, la película merece ser vista en los cines, a pesar de la Covid-19, por todos aquellos que gusten de un buen espectáculo, acompañado de una buena historia con personajes nada superficiales ni planos.

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