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You Go To My Head

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: + 18

Después de casi tres años desde su estreno en Bélgica, llega a nuestros cines You go to my head, la película de Dimitri de Clercq que nos introduce en una reflexión sobre la memoria y la identidad.

La primera escena de la película nos sitúa en el desierto del Sahara. Una joven pareja ha tenido un accidente del que solo sobrevive la mujer. La protagonista comienza a vagar por el desierto en busca de ayuda, pero tras una larga travesía cae desplomada en medio de la nada y del calor abrasador. Jake (Svetozar Cvetkovic), un arquitecto entrado en años, la encuentra y la lleva a un hospital cercano. Cuando esta mujer misteriosa recupera la consciencia, se descubre que sufre de amnesia postraumática y puede que nunca recupere la memoria. A falta de la documentación que pueda aportar algo de información sobre la identidad de la joven, tan solo un reloj en el que aparece grabado su verdadero nombre, Dafne (Delfine Bafort), Jake decide renombrarla bajo el nombre de Kitty y hacerse pasar por su marido.

Una vez en la casa, diseñada por Jake, De Clerq introduce al espectador en la mente de Kitty, mediante una fotografía y un ritmo que, en cierto modo, recuerda al cine de Lanthimos. Kitty pregunta y Jake responde creando una historia inventada sobre su vida. Esto genera en Kitty, y en el espectador, una gran impotencia y angustia, ya que su cerebro no es capaz de conectar con nada de lo que ve y que le cuenta Jake. Esa búsqueda de la identidad por parte de Kitty se ve reflejada en los paseos que da por toda la casa. A través de su arquitectura moderna, que se puede relacionar con el laberinto de los surcos cerebrales, Kitty intenta llegar a lo profundo de su mente, encontrar la chispa que encienda la mecha del recuerdo que haga que todo recupere su sentido. Pero ese momento nunca llega. Es como si se chocara con un muro. Mientras tanto, Jake trabaja en propiciar el enamoramiento de Kitty. Pero ¿y si el recuerdo aparece? ¿Se puede destruir una identidad? ¿Se puede construir una relación sobre los cimientos de una mentira? Una desgracia, ¿puede convertirse en una nueva oportunidad? Estas y otras cuestiones asaltan al espectador durante el visionado.

La fotografía sencilla y elegante, de colores cálidos y luz natural, crea una sensación contradictoria de suspense y sosiego en el espectador, que se refuerza por el simbolismo y el ritmo contemplativo del filme. Es una película que llama a los sentidos. De Clercq, veterano en la industria del cine (Café au LaitThe Golden BoatTime Regained), logra mantener la curiosidad en el espectador, a pesar de que la música, buscando reforzar el ambiente de suspense en algunos momentos, resulta estridente e innecesaria.

María González Escribano

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