Crítica
Público recomendado: +18
Shameless (Sinvergüeza/s) serie de Showtime basada en el show británico del mismo nombre que se emitió desde 2011 a 2021 en Estados Unidos, hace honor a su nombre. Se trata de una oscura e infame dramedia que sigue la vida de Frank Gallagher, padre de familia numerosa en Chicago, y su descendencia: Fiona, Lip, Ian, Debbie, Carl y Liam.
Frank es un alcohólico y drogadicto que sobrevive buscando la manera de vivir del Estado cobrando subsidios y prestaciones por invalidez, todo ello gracias a todo tipo de demencialmente fraudulentas artimañas. Carente de toda moral, solo piensa en sí mismo y nunca se ha preocupado por proveer y educar a su amplia prole. Mónica, con trastorno bipolar, es la madre, que huyó hace años del hogar y que tampoco se hizo cargo nunca de sus hijos. A lo largo de todas las temporadas aparece y desaparece de vez en cuando. Además, ambos padres no solo no ejercen como tales, sino que manipulan y abusan de sus hijos física, emocional y económicamente siempre que tienen la oportunidad.
Ante este panorama, inevitablemente, Fiona, la hija mayor, tuvo que hacerse cargo de la crianza de sus 5 hermanos desde muy temprana edad. Dadas las circunstancias y referentes con los que cuenta, la joven intenta realizar esta labor como mejor sabe y puede: trabaja a destajo, se preocupa por que los niños estén escolarizados e incluso intenta protegerlos de los abusos de sus padres. De este modo, finalmente, les salva de los servicios sociales y se convierte en su tutora legal.
No obstante, todo esto no es suficiente y los 6 Gallagher (y su padre) no paran de meterse en líos graves. Todos ellos idean sus propias formas de ganar, estafar y robar para sobrevivir, y también para buscar la manera de pasarlo bien dentro de su desgraciada situación. Los personajes, incluido el incalificable de Frank, como sus problemas, son complejos. En el fondo, se percibe que la mayoría de los chicos podrían ser “buenas personas”, pero constantemente se pone de manifiesto su realidad y el abandono que han sufrido durante su infancia.
Así, aunque el espectador adulto es perfectamente consciente de que todos esos chicos son solo son el reflejo de unos padres totalmente disfuncionales y del ambiente de pobreza y marginalidad que les rodea (el South Side de Chicago), resulta desolador ser testigo de todo lo que les ocurre. Sobre todo, los pasajes en los que Frank o Monica engañan, manipulan y defraudan a alguno de sus vástagos, que en realidad solo desean estar con ellos y ser verdaderamente queridos.
Los desnudos, el sexo, los abusos, la delincuencia, el consumo de drogas, las personas ebrias, las traiciones y el lenguaje soez son elementos constantes en Shameless y son expuestos sin ningún filtro, casi como si fuera un documental. Asimismo, con la misma crudeza, la serie ofrece subtramas relacionadas con el aborto, la prostitución e incluso la proclamación de un líder religioso gay. Es preciso resaltar también que este deseo de realismo llega hasta el punto de que existen escenas y situaciones que uno preferiría no ver.
Todo ello se encuentra hasta cierto punto justificado, pues que gran parte del éxito de la serie, que se mantuvo durante 11 temporadas, reside precisamente en el hecho de que se aleja de todo lenguaje y comportamiento políticamente correcto. Esto es especialmente encarnado en el personaje de Frank, que, como no, en función de sus intereses, puede presentarse, por ejemplo, a favor de la diversidad o radicalmente racista.
Este aspecto aporta cierta frescura a la serie en un momento en el que la cultura woke no permite siquiera mostrar algunos aspectos de la realidad, pero es llevada al extremo, prácticamente sin límites. En consecuencia, esto provoca que, entre otros temas, se frivolice con el hecho de que varias chicas menores de edad inicien relaciones sexuales con adultos o con una violación perpetrada por Debbie, pasajes presentados de manera que hasta parece que deben ser risibles.
El mayor elemento redentor y esperanzador en Shameless, aunque muy velado por todo lo demás, es el amor y la lealtad que se profesan los hermanos. Conforme van creciendo buscan la manera de pagar las facturas en casa (aunque los trabajos no sean legales), se apoyan en todo momento cuando pasan por situaciones personales duras (Ian es diagnosticado con trastorno bipolar, Debbie se queda embarazada a corta edad, Fiona y Lip son adictos…).
Asimismo, se puede observar cierta mejora en la situación de algunos de los personajes, que, a lo largo de su adolescencia, se han visto obligados a resolver los traumas relacionados con sus progenitores y en el camino han sido capaces de encontrar aliados que les ayudan a aceptar y superar sus demonios internos (como el caso del profesor de Lip o incluso su última pareja). Además, también se observa cómo, nunca mejor dicho, a pesar de todos los pesares, este hermano mayor se ha convertido en padre sustituto para la familia.
Al final de la serie, todos los conflictos de los Gallagher no quedan resueltos y seguramente en la vida real no se solucionarían, pero existe cierto alivio en el hecho de que ellos lo han aceptado y cierta confianza en que al menos no volverán a perderse en oscuros caminos que ya han atravesado.
Larissa L. Delgado
Larissa I. López es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla, Máster en Artes de la Comunicación Corporativa y Doctora en Comunicación por la Universidad CEU San Pablo de Madrid. Su trayectoria profesional ha transcurrido entre el ámbito de la comunicación y el de la docencia. Ha colaborado en diversos medios especializados en cine. Actualmente es redactora en la edición española de la agencia de noticias zenit.