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Watchmen

Crítica

Público recomendado: +18

Alan Moore es un pensador incendiario, un duro juez de la realidad y de la decadencia moral del ciudadano medio. Es también un criminal, un delincuente cultural que, con mano de hierro, asalta y asesina a todo aquello que vanagloria lo mediocre y la cultura de usar y tirar. Es un mago del caos, un reconocido anarquista contra todo orden social. En sus tiempos libres, es también un brillante escritor de cómics. Moore es fiel al papel; su relación con el medio escrito es casi religiosa: él no escribe para ser adaptado, ni para convertirse en un fenómeno (aunque lo sea). Desprecia aquello en lo que se ha convertido el medio audiovisual, por ello toda obra suya que es llevada a la gran pantalla es vilipendiada por el mismo Moore, desvinculándose en todo lo que tenga que ver con ella. Ya ocurrió La liga de los hombres extraordinarios, con Desde el infierno, con Constantine, todas ellas masacradas por la propia crítica y cayendo en un absoluto olvido; con V de Vendetta, efecto rebote y paradójico fenómeno de masas que desvirtuó todo aquello que era el cómic; incluso con la fiel adaptación de su obra magna, Watchmen. Mucho se podría escribir sobre Moore y su relación con el cine, pero nada con la televisión, hasta ahora.

Watchmen, adaptada para televisión por Damon Lindelof para la HBO, olvida por completo el seguimiento lineal de la obra de Alan Moore y Dave Gibbons, y propone algo novedoso, distinto y alejado del manuscrito original. Hasta el momento, no se ha revelado mucho de la trama, ya que solo lleva tres episodios, pero si podemos asegurar que su contenido hasta la fecha merece la pena verse. Podría caber la posibilidad de ser comparada con The Boys, la serie de Evan Goldberg y Seth Rogen para Amazon, ya ambas muestra el lado tenebroso de un mundo donde los superhéroes no son todo buenos que cabría esperar. Sin embargo, mientras que The Boys se diferencia por ser un divertimento gore sin pretensiones, Watchmen sigue de cerca la mirada crítica de la obra original: una sociedad cercana al neofascismo, cabreada, espiritualmente muerta y que solo se ampara en la violencia.

Claramente, la presidencia de Donald Trump ha marcado el tono general con el que la serie se va a ir desarrollando, con puntos muy comunes a la nueva versión de Joker: el descontento, el llamamiento al desorden. Podríamos decir que la nueva versión de Watchmen guarda muchos puntos en común el clásico de culto del propio Lindelof, The Leftovers: ¿cómo lidiar con la rabia que produce el desconocimiento de tu sociedad, si todo es confuso, lleno humo y polvo, y la ausencia de valores morales y éticos brilla por su ausencia? Solo queda la locura y la tremenda espiral de caos que conlleva la muerte del espíritu, tono captado por la serie con especial énfasis. Obvia decir que la serie tiene un contenido fuerte, no apta para aprensivos, pero siempre ceñida a la coherencia de su trama y justificando los medios al mensaje que lanza; un mensaje algo peligroso, sino es interpretado como es debido.

Todavía es pronto para sacar unas conclusiones generales sobre la serie, más allá de que hasta la fecha es totalmente ajena a la trama del material original y crea algo nuevo. Enfadará a los fans más inflexibles del cómic que esperan una máxima fidelidad, de igual forma que ya ocurrió con el remake de Suspiria. Sin embargo, la propuesta es fresca, la idea estimulante y los planteamientos que lleva desarrollados hasta el momento encajan perfectamente en nuestra sociedad presente: desmotivada, pesimista, caótica y cabreada. Una serie a la que habrá que seguir muy de cerca.

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