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Los Tipos Malos

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: Todos

¿La saga Ocean´s, la estimable Baby Driver, Italian job? Por supuesto, pero sobre todo el más grande, con sus dos más grandes, las dos primeras: Reservoir Dogs y, sobre todo, Pulp Fiction.  De hecho, la cinta arranca parodiando la primera escena en la cafeta de Pulp Fiction con un protagonista que se llama, “casualmente”, grandísimo Keatel, Señor Lobo. Rememoramos, adaptado el momento a los más peques de  la queli, el glorioso instante en el café restaurante donde Pumpkin (Tim Roth) y Conejita (Amanda Plummer) intentarán dar un siempre recordable palo. Y, obvio, toques del mejor Soderbergh, no el funesto director de la siniestra y fraudulenta Contagio. Tan falsariamente (pre)covidicia. Pura programación predictiva.

DreamWoorks principió con  Shrek, ora ogro ora príncipe,  a darle nueva vida a los malos malosos de toda la vida, reubicándoles como protas y dándole la vuelta a la tortilla, pintándolos como los buenos del cuento. Ya sea porque la fórmula les funcionó bien o porque en este estudio made in SKG (Steven Spielberg, Jeffrey Katzenberg, David Geffen) han realizado una clara apuesta – biopolítica, obvio – por convertirse en La Factoría de Villanos Recauchutados (con permiso de Gru y los sin par minions de Illumination, otro estudio, por cierto, bajo el control de Universal), continuando con  Kung Fu Panda, Bebé jefazo, Abominable o, la mejor, Monstruos contra Aliens.

Y agréguese un característico dato que la distingue sobre manera de la su gran rival, Pixar: apropiación debida e indebida de la animación clásica. En la forma y en el fondo: Los músicos de Bremen o Don Gato y su Pandilla, en lontananza, rasgos faciales mediante. O La vuelta al mundo de Willy Fog o, más recientemente, las aventuras del estupendo anime Lupin III. E hibridando clasicismo y (post)modernidad: por un lado, los cuerpos son moldeados en 3D pero los ojos y algunas partes de las facciones del rostro se cincelan en dos dimensiones.

Además del Señor Lobo, por nuestra historia también pululan Señor Tiburón, Señor Serpiente, Señorita Tarántula y Señor Piraña (¿recuerdan el insuperable bautismo iniciático de Reservoir Dogs?). Al igual que ocurre con el Señor Lobo, cada miembro del equipo posee una especialidad delictiva y una personalidad suficientemente delimitada para ser relevantes actores de diversas tramas de perfeccionados atracos.

Contando, desde luego, casi todos los miembros del gang, excelentes guionistas mediante, con un deleitoso e impagable toque macarra, huyendo en todo momento de todo pestífero moralismo,  preñada la historia de guiños y citas y alusiones a películas noventeras, muchísima diversión y una acción vertiginosa para desembocar, en definitiva, en el hecho moral ( repito, no moralista) de que nuestros malotes acaben deviniendo (aparentemente) buenos.  Apretada síntesis sin spoiler: pasar por buenos y así dar un nuevo golpe (bastante laberíntico, la verdad).  Asaltos a lo GTA (Grand Theft Auto) y…luego ya se verá: el tránsito de la “maldad” a la “bondad”.

Los tipos malos,  basada en los personajes de los magníficos libros de Aaron Blabey, realiza un ejercicio razonablemente sarcástico y cínico e irónico, a fuer de paródico, y vuelve a oponer (de manera más bien sencilla, claro) las simuladamente opuestas antropologías filosóficas de Hobbes y Rousseau, como en El señor de las moscas, novela y peli, en esa eterna disputa y desentrañamiento por establecer si la bondad o la maldad es lo que define el fondo más hadal de la naturaleza humana. O ambas, hibridadas.

El malo (y el bueno), ¿nace o se hace? Ser humano, ángel y demonio, nuestros protas se enfrentan al curioso, curiosísimo dilema entre sobrevenir malosos y la complacencia que provoca hacer el bien. Ambos, actos banales, en definitiva, el bien y el mal. Tan Arendt. En fin.

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