Crítica
Público recomendado: Todos
Liante y zascandil, dizque problemático, ora irascible ora bufonesco, a Marmaduke, colosal Gran Danés, le mola sobremanera meterse en continuos jaris. Pero sobreviene macizo desafío: celebérrimo adiestrador de perros, al estilillo del televisivo César, intentará transformar a nuestro mastodóntico cánido en el vencedor de una suerte de Olimpiada canina
De chuchales libérrimo y salvaje a mascota adiestrada y obediente: he ahí el genuino objetivo. Pero Marmaduke no se lo pondrá nada fácil a nuestro César de pacotilla: ni queriendo ni sin querer. En tal camino de odiosa sumisión, aventuras y desventuras y tribulaciones en abundancia, montajes de entrenamiento al estilo Rocky y viajes épicos de supuesto autodescubrimiento. No hay nada sugestivo en Marmaduke que se atreva a quebrar siquiera algún tipo de horma. La historia deviene recauchutado pastiche asaz vago y obsoleto, preñada de tontunos clichés
En 2010, Tom Dey dirigió un funesto Marmaduke de acción real, con el perro (no habla en el cómic) “hibridado” a Owen Wilson. Doce años después, Youngki Lee, Matt Philip Whelan y Phil Nibbelink codirigen el filme con el director de la mediocre Spawn, Mark A.Z. Dippé.
Nuestra comentada y decepcionante cinta no se acerca ni de lejos a películas recientes como esa joya, ejemplo a vuela pluma, la espléndida y tarantiniana Los tipos malos. Más currados los escenarios que los personajes, visualmente acaece paupérrima. Su humor es excesivamente “físico” (durante la fase de clasificación, Marmaduke expele tan descomunal cuesco que un número significativo de espectadores vomitan y mueren). Eso sí, en el ínterin, desmesurado cariño hacia su familia humana (eso sí, personajes turbadoramente clasistas. “¡Nadie en la escuela quiere ser mi amigo porque mi perro es un perdedor!”).
El Imperio/Emporio lavacerebros Netflix detrás de toda esta flojísima vaina. Paradoja Netflix, pues: tanto creces, tanto detritus sueltas. En críos. Eb adultos. Ideologías mamarrachas mediante. En fin