Reality

Después del éxito internacional de Gomorra, Garrone vuelve a las salas con Reality. La película narra la historia de Luciano, pescadero de un barrio popular de Nápoles que, fascinado por la fama y la gloria, se presenta a las pruebas de selección para el reality show de “Gran Hermano”. Su deseo de abandonar la cruda realidad de los barrios bajos napolitanos para cumplir el sueño de convertirse en una estrella de la televisión se transforma en una obsesión que aleja a Luciano de su mundo y de su gente. Progresivamente, se convence de que los organizadores del programa le están espiado constantemente, hasta el punto de que su realidad se vuelve virtual, quebrando el confín entre intimidad y publicidad hasta el paroxismo paranoico, llegando a creer que hasta un simple grillo común puede convertirse en una cámara oculta.

Reality escenifica el contraste entre la tradición y la post-modernidad, entre la familia extensa de Luciano (donde mujer, marido e hijos viven junto a abuelos y tíos compartiendo sus miserias y sus pequeños ahorros) y la “familia” de la casa de “Gran Hermano” (donde perfectos desconocidos conviven bajo un mismo techo, poniendo al descubierto – y no sólo metafóricamente – su humanidad de pan pringao). Es una escenificación de la Italia anclada en los años 50 (familia, casa, trabajo, iglesia) fascinada por la “Italia de los juguetes” de Telecinco.

El tema no es nada nuevo, aunque por ello no pierde vigor su dramatismo: el espejismo de la televisión, su banalidad, la dicotomía realidad-virtualidad, ser-aparecer… Garrone se esfuerza por reproducir en imágenes estas tensiones; el peligro de olvidarse de quiénes somos y de dónde venimos, para terminar en el anonimato del espectador, donde sólo unos pocos (los inquilinos de la casa de “Gran Hermano”) tienen un nombre, mientras que todos los demás se quedan mirando. Garrone se esfuerza pero fracasa en su intento. El resultado es una comedia lenta y previsible, donde lo que más llama la atención es el folclore napolitano, aunque con tonos que a la larga cansan.

Hay quienes han visto en esta película una crítica a la Italia de Berlusconi construida a base de promesas no cumplidas. Esforzándose, también es posible ver en ella una crítica (aunque “cogida con pinzas”) a la religión: mientras que Luciano está obsesionado por “Gran Hermano” su amigo Michele ve la realidad como un gran escenario bajo el ojo paternal de Dios. En cualquier caso, todas estas interpretaciones no son reflejo de la riqueza de la película, sino al contrario, de su pobreza y superficialidad, donde hay espacio un poco para todo.

Garrone elige rodar la película en Nápoles. Elección fácil ya que Nápoles es la fábrica de los clichés italianos por excelencia (mamma, mandolina, pizza), una ciudad donde una pescadería y una plaza son ya de por sí un documental folclórico, donde sus problemas tristemente famosos (camorra, pobreza, degrado social) constituyen una perfecta antítesis del mundo vano y de colorines que propone la pantalla y la sociedad beoda de consumo. Si además los personajes sobreactúan como en Reality, entonces… asunto resuelto. El resultado es una película en la que todo adquiere dimensiones y proporciones exageradas, donde la comedia reemplaza al realismo, donde lo postizo y grosero sustituyen a la sobriedad y a las dificultades del día a día (y al esfuerzo por traducirlas en película), y donde la sobreabundancia de estereotipos es una constante. Por todo ello, considero que afirmar que la película de Garrone evoca a la gran tradición del neo-realismo italiano es una exageración indebida, tan grande como el “Gran Prix” que se le ha concedido en Cannes. 

Stefano Trentino