Crítica
La película está basada en la sorprendente historia del estafador más joven de América,
y claro, el estafador más joven de América no podía sino ser un “niño”, un niño de quince años que viaja a un ultramundo demasiado oscuro. En un momento de la película Rick abrumado por la vida que lleva su familia, le confiesa a su hermana que por un momento sus vidas merecieron la pena, cuando eran niños y ambos disfrutaban de su candidez, a lo que su hermana le responde asombrada: “tú aún eres un niño, Rick”. Y es verdad, un niño que cae muy bajo, pero esta circunstancia se convierte en una buena baza para la película, porque ese viaje oscuro de la “inocencia” al mundo de la droga en la ciudad de Detroit de los años 80 resulta emocionante e inspirador.
Rick acaba de informante de la policía de Detroit debido a la insistencia de varios agentes que solicitan su ayuda para descubrir quién maneja la venta de crack en determinados barrios de la ciudad. La propia policía le proporciona droga para vender; a cambio, Rick puede quedarse el dinero que saque de la venta. Y de esta forma, el “niño” comienza a moverse entre policías corruptos y mafias de la droga, sin saber con seguridad -ni él ni el espectador- quiénes son peores.
Rick acaba consiguiendo buenos soplos a la policía, y tras unos cuantos trabajos, decide dejarlo. Sin embargo, las cosas en casa van de mal en peor, la precariedad económica amenaza a la familia justo cuando él ha aprendido a moverse por el mundo altamente productivo del crack, ha conocido a la gente adecuada para manejarse en ese ambiente, y solo es cuestión de tomar una decisión y empezar a ganar un buen dinero con el lucrativo negocio del narcotráfico.
Una decisión errónea, sí, pero es que, en gran medida, la película va de eso: de mostrar los grandes traspiés de la familia Wershe, los errores de la hermana drogadicta, del padre vendedor ilegal de armas, con las que se comenten los asesinatos de los que se nutren las noticias de los telediarios, y, por supuesto, los errores de Rick, que se introduce en el negocio de la droga. No obstante, la película no se queda, como otras, en la mera exhibición de las faltas de los protagonistas, sino que va mostrando cómo estos se enfrentan a sus errores y consiguen en muchas ocasiones resurgir de sus cenizas, sacando lo mejor de ellos mismos.
Digna de ver la sonrisa del padre de Rick meciendo a un bebé de mes y medio, literalmente la inocencia de la criatura le saca por un momento de su complicada existencia para devolverle la sincera alegría de vivir, hasta tal punto que le dice a su hijo, refiriéndose a su familia: “al final todo salió bien”. El hijo le mira extrañado y le dice: papá, tu hija es drogadicta y yo estoy hecho una mierda, a lo que el padre le responde: “¿Qué quieres que te diga? Yo veo el vaso medio lleno.” (Se ha cambiado ligeramente el diálogo para evitar un spoiler).
En definitiva, una película entretenida, a ratos inspiradora, con sus propias contradicciones, precisamente por estar basada en una historia real, con un buen ritmo, llena de personajes interesantes y buenas interpretaciones y que nos introduce en un submundo criminal, violento, traidor y peligroso, donde el dinero se convierte en el gran tesoro codiciado por todos y que arruina a casi todos.