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Con la magia en los zapatos

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Se ha estrenado una película menor de Tom McCarthy, denostada por muchos, pero a la que merece la pena darle un voto de confianza, aunque solo sea por contar la cuento de hadas amable con un hombre bueno como protagonista. La combinación, a priori, de los nombres de Thomas McCarthy y Adam Sandler despierta cuanto menos curiosidad. Y si añadimos como secundarios los nombres de Steve Buscemi y  Dustin Hoffman la curiosidad se queda corta. Si alguien se pregunta la razón de esta perplejidad basta mirar las filmografías de McCarthy y de Sandler. En la primera encontramos dramas independientes –siempre con tintes cómicos- dirigidas a un público exigente que pide del cine reflexión y profundidad, además de entretenimiento. Recordemos la extraordinaria The visitor o la sugerente Vías cruzadas, que obtuvo el Premio Signis en el Festival de San Sebastián. A Sandler, sin embargo, le hemos visto demasiadas veces en comedias bobas de vocación exclusivamente comercial, como Desmadre de padre, Sígueme el rollo u Os declaro marido y marido. Hay que decir, en justicia, que Tom MacCarthy, en su faceta de actor también ha transitado la senda de la comedia boba con cintas como Ahora los padres son ellos o Mamá de alquiler.

Con la magia en los zapatos ha unido a ambos profesionales para ofrecer un producto singular, sin duda cómico, pero que alberga posibles lecturas llenas de interés. Se trata de una fábula moderna en la que Max Simkin (Adam Sandler) es un zapatero judío que ha heredado el negocio familiar de los zapatos. Es solitario y poco sociable, no le entusiasma su trabajo y vive con su algo demenciada madre anciana. Su vida experimenta un cambio revolucionario cuando descubre que una de las antiguas máquinas de reparar calzado que heredó de su padre posee un extraño poder: si Max se calza un zapato reparado por esa máquina se transforma físicamente en el dueño del zapato. Es como una especie de “superpoder” que le permite hacer mucho bien o mucho mal, usando identidades ajenas. El bueno de Max va a tratar de hacer el bien, pero se va a meter en demasiados líos, que le van a obligar a tomar decisiones dificiles.

Con la magia en los zapatos plantea asuntos interesantes, como ¿dónde reside nuestra identidad? ¿Es lo físico independiente de lo espiritual? Es muy llamativo ver cómo, en algunas ocasiones en las que Max adopta el cuerpo de una mala persona, su apariencia, su rostro, se humanizan. Obviamente el film no entra en ningún tipo de honduras, pero juega con la idea de que el hábito no hace al monje y que lo que realmente nos define es nuestro “yo” intangible que dirige nuestros actos. Aunque la película no es más que un cuento para adultos, su planteamiento capriano es evidente y quizá es lo que ha irritado a los gurús de la crítica norteamericana. Su exaltación del barrio popular, con el anciano que no quiere abandonar el piso donde vivió con su mujer a pesar de la extorsión de los especuladores, ese aire robinhoodesco de que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón, y ese desenlace tan positivo… son elementos que parecen haber irritado a críticos como Peter Travers, de Rolling Stone, que califica la película de “tóxica”, o a John DeFore, del Hollywood Reporter, que dice que es “decepcionantemente vulgar”. Evidentemente no estamos una obra maestra, pero es original, fresca, y se ve con una sonrisa en la boca. Y encima Adam Sandler está muy digerible. Pero triunfa el bien sobre el mal, como en cualquier cuento que se precie, y eso siempre se ha considerado vulgar por los maestros de ceremonias culturales. No olvidemos que ya a Capra, en vida, le llamaban despectivamente “la abuelita”.

 

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