Crítica

Si hay algo que en principio parece no prometer mucho es una comedia romántica que tenga como ingrediente a Kate Hudson. Algo prestado no es una excepción, aunque quizá es más salvable que otras. La sospecha viene precedida de la trayectoria del director, Luke Greenfield, con películas en su haber como La vecina de al lado o Estoy hecho un animal.

El actual argumento, inspirado en una novela de Emily Giffin, hiede a dejá vú: dos amigas de la infancia, Rachel y Darcy; Darcy se va a casar con Dex, pero Dex y Rachel se amaban desde la carrera, y ahora, en vísperas de la boda, ese amor secreto parece resucitar. En resumidas cuentas: dos amigas que se quitan el novio, un argumento abordado hasta la saciedad.

La poca originalidad del argumento se contagia a los gags sexuales, sacados del manual de comedias poco sofisticadas. Pero la película también tiene sus elementos gratificantes. Uno es la presencia de Ginnifer Goodwin, actriz menos conocida que pudimos ver en Un hombre soltero o En la cuerda floja. Su trabajo como protagonista en el papel de Rachel es brillante, y muestra una capacidad dramática con muchos recursos. Otro es su apuesta por la maternidad: hay mujer que se queda embarazada antes de su boda, pero no de su novio: carne de cañón para proponer el aborto. Y sin embargo en el film ni se plantea esa posibilidad, y todo se resuelve en un elogio incondicional de la maternidad. Por otra parte, la promiscuidad de la que hacen uso los personajes les pasa factura, aunque quien queda más desvalido en el film es el más casto de todos, Ethan.

Lo que quiere plantear el guión tampoco es muy novedoso: la felicidad ¿está en hacer lo que los demás esperan de uno? La respuesta que propone la película es más bien otra: la valentía de ser fiel y consecuente con lo que uno reconoce como verdadero.