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Cenicienta

Caratula de "Cenicienta" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Todos-jóvenes

De 1989 a 2007, el actor y director norirlandés Kenneth Branagh sentó cátedra en las adaptaciones fílmicas de obras de Shakespeare o influidas por él, con películas tan destacadas como Enrique V, Mucho ruido y pocas nueces, En lo más crudo del crudo invierno o Hamlet.

Después cuatro años sin ponerse detrás de la cámara, en 2011 Branagh se lanzó al cine más comercial con Thor, a la que seguiría en 2014 Jack Ryan: Operación Sombra, también correcta y entretenida. Ahora se consolida en esta nueva posición con Cenicienta, ambiciosa superproducción para Disney, en la que ha contado con un equipo técnico y artístico de primera categoría.

Muy fiel al popular cuento de Charles Perrault y a la versión animada del mismo —producida por el propio Walt Disney en 1950—, el fluido guion Aline Brosh McKenna y Chris Weitz se ambienta en un ficticio reino centroeuropeo hacia 1800. Allí, un adinerado comerciante (Ben Chaplin) vive feliz con su hija Ella (Lily James), una joven bella y servicial, cuya cariñosa madre (Hayley Atwell) falleció hace unos años. La joven aprendió de su madre a ser generosa y valiente, virtudes que necesitará cuando su padre vuelva a casarse, esta vez con una ambiciosa mujer (Cate Blanchett), con dos hijas tan crueles como ella: Anastasia (Holliday Grainger) y Drisella (Sophie McShera). Cuando el padre de Ella muere inesperadamente, la joven es explotada cruelmente por su madrastra y hermanastras, que la llaman despectivamente Cenicienta y la tratan peor que a una criada. Hasta que un día, Ella se encuentra casualmente en el bosque con un joven apuesto y educado, que dice vivir en la Corte como aprendiz.

Decepciona un poco la excesiva fidelidad de esta película al cuento original, sobre todo en comparación con las sugerentes adaptaciones libres de la propia Cenicienta —como Por siempre jamás (1998), de Andy Tennant— y de otros cuentos clásicos, como La bella durmiente —creativamente renovada en Maléfica (2014), de Robert Stromberg— o Blancanieves y los siete enanitos, que ha generado filmes tan variados como Blancanieves y la leyenda del cazador (2012), de Rupert Sanders; Blancanieves (Mirror, Mirror) (2012), de Tarsem Singh, o Blancanieves (2012), de Pablo Berger. Sin embargo, en su propuesta, Branagh exprime al notable reparto —con la joven Lily James y la veterana Cate Blanchett en un duelo memorable—, aprovecha la impresionante ambientación de Dante Ferretti, saca brillos al sensacional vestuario de Sandy Powell, y actualiza sutilmente a la protagonista con el fin de exaltar sus muchas virtudes y, sobre todo, su visión positiva de la vida. Todo ello, envuelto en la preciosa banda sonora del escocés Patrick Doyle, que alcanza su cénit en la deslumbrante secuencia del baile en el palacio real.

 

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