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Culpa

Caratula de "Culpa" (2022) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Culpa (Ibon Cormenzana, 2022) surge del amor que comparten la actriz Manuela Vellés y su pareja, el director Ibon Cormenzana, y las ganas de hacer cine juntos. La pulsión artística surge durante el primer embarazo de Manuela, con idea de llevar a la pantalla una cinta de corte intimista y dulce sobre una chica que habla al niño que lleva en su vientre. Durante el segundo embarazo, la idea cambia radicalmente, transformándose un drama duro y poco convencional sobre un embarazo no deseado fruto de una violación y las devastadoras consecuencias físicas, psicológicas y vitales que tienen lugar en la víctima.

Todo comienza con un plano secuencia de nueve minutos: Anna graba un vídeo para su pareja en el camino de vuelta a casa. Acaba de salir con unos amigos de su novio. Es de noche, está algo borracha y parece contenta. Compartimos con ella una cierta despreocupación. De repente llaman a la puerta: es Lolo, uno de los amigos que ha estado con ella esa noche, y le pide entrar. Solo han pasado cinco minutos, los cuatro siguientes estarán dominados por la tensión entre ambos en un primer momento, luego la angustia y el asco. Las estadísticas están ahí: en una de cada dos violaciones el agresor es una persona conocida, alguien en quien podríamos llegar a confiar. El plano secuencia termina con Anna paralizada y en silencio.

Comienza el desarrollo de la cinta, la huida de Anna de sí misma, de todo y de todos. Alquila una cabaña en la montaña, prepara leña y bebe mucho. Al cabo de unos días, su aislamiento es total, incapaz de volver a la vida pasada, aún paralizada por el miedo y el rechazo a todo cuanto la rodea: a su familia, a su novio. De repente han pasado 15 semanas y descubre con estupor que está embarazada y espera un hijo que no desea.

La película se sustenta sobre una interpretación primorosa de Vellés, que comparte descarnada su propio embarazo con el espectador. Además de la fotografía natural de Alejo Levis, podemos valorar también de forma positiva el aspecto técnico, hacer cine con escasez de recursos financieros, técnicos y logísticos. Sin embargo, todo queda lamentablemente deslucido en el plano de las ideas: la metáfora madres/vientres resulta débil. Además, he aquí un problema: la cinta persigue en el plano moral fundamentalmente dos ideas: por un lado, lo terrible de ser víctima. A su sufrimiento primigenio se suma el añadido de trasladar el foco de la culpa del agresor a sí misma; por otro, el convencer al espectador de no juzgar de qué forma se manifiesta el dolor. Y es aquí donde encontramos más dificultades, pues con cada autolesión y cada gota de alcohol que Anna ingiere para acabar con el fruto de su vientre, con la representación física de su culpa y dolor, solo podemos desear que todo termine, casi de cualquier manera.

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