Crítica
Público recomendado: +12
Si hablamos de Los Ángeles (L.A.) el imaginario popular tiene alojadas decenas de referencias conexas, “Hollywood”, “cine”, “glamour”, etc. Los amantes de la música tendrán otras conexiones: coches, playas, sol, tablas de surf, San Francisco, hippies, música, drogas, festivales, años 60, Beach Boys…todo el rico mundo de la música de aquella década y lo que la rodeó.
Todas estas imágenes son como los “Ecos de una era”, que es el título de este documental, de obligada referencia para los amantes de la música de los 60. Y el documental es una decantación, para encontrar la esencia de lo que hizo aquellos años irrepetibles: sobre todo la música. Toda la rica herencia de los años 50, en la década siguiente, surgieron grupos vocales como Beach Boys y los creadores del folk-rock, The Byrds. Y tras ellos toda una explosión de músicos que se dieron cita en un lugar y en un tiempo muy determinado: Buffalo Springfield, The Mamas and the Papas, etc. Muchos de ellos vivieron incluso en el mismo barrio de L.A. llamado Canyon
Vertebra el documental Jacob Dylan (sí, el hijo de Bob), cuya figura es como un viaje en el tiempo. Es como tener al Dylan padre, de joven (el parecido es asombroso), con su figurada delgada, desgarbada, metido en la máquina del tiempo. El Dylan joven entrevista a las leyendas -frisando hoy los 80- de aquella época. Y la nómina de los entrevistados es extraordinaria: Ringo Starr, Roger McGuinn (The Byrds), David Crosby (The Byrds, Crosby, Still and Nash), Stephen Stills (Buffalo Springfield y Crosby, Still and Nash), Graham Nash (The Hollies y Crosby, Still and Nash), Eric Clapton, Jackson Browne, Michelle Phillips (The Mamas and the Papas), y el malogrado Tom Petty.
Jacob es la espina dorsal del documental que entrelaza estas entrevistas con un concierto homenaje a la música de aquella década que protagoniza el propio Jacob Dylan con otros artistas, como Beck. Las entrevistas, y las canciones del momento cobran nuevos significados, no en vano son clásicos, han resistido el paso del tiempo, y como dice el propio Jacob, no han necesitado apenas reinterpretaciones.
Ecos, siguen llegando y se trata de una época, de una ciudad que quedará en el imaginario colectivo, como está la Viena de principios de siglo XX, el París de la primera mitad de siglo XX, el Londres de los años 60, o el Oxford de los años 50, con Lewis y Tolkien bebiendo cerveza, fumando pipas, y leyendo borradores de El señor de los anillos.
Para Graham Nash, dentro de 200 años se estudiará (se seguirá estudiando, podríamos decir) lo que pasó entonces. Andrew Slater, que se estrena como director ha optado por centrarse exclusivamente en la música, en los artistas del momento, y en la influencia estilística posterior, lo que ha obligado a dejar el resto de los temas de la época, como el conflicto generacional, Vietnam, el orientalismo, las drogas, la búsqueda espiritual en Oriente, etc. Pero eso ya ha sido contado y la música tiene la suficiente entidad como para atravesar el tiempo y llegar a nosotros como un diamante, limpio y cristalino. Parafraseando a aquel presidente: “Es la música, estúpidos”.