Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

El chico y la garza

Crítica

Público recomendado: +12

 La historia de la animación está capitaneada, en líneas muy generales, por dos grandes “fuentes creativas”: Disney-Pixar (desde una mirada más occidental y “capitalista”); y el Grupo Ghibli (desde una mirada más oriental y “simbólica”). Disney se fundó en 1923 en EE.UU. y Studio Guibli (también conocido) lo hizo en 1985 en Japón. Es importante darse cuenta de que la historia de la animación (también la española) está llena de matices, hechos y personas que no pueden ser nombrados en esta sencilla crítica. Sin embargo, pienso que (aunque a riesgo de caer en una reducción académica) vale la pena contextualizar ambas miradas cinematográficas, como las dos más influyentes desde finales del siglo XX, hasta hoy.

En este caso nos encontramos con la “aparente” última película del maestro Hayao Miyazaki, digamos el fundador del Grupo Ghibli, (junto con Isao Takahata); un estudio de películas y anime japonés del que han salido obras tan memorables como Mi vecino Totoro, La tumba de las luciérnagas, El Castillo Ambulante y la que nos ocupa El chico y la garza. El maestro Miyazaki ha sido estudiado por los amantes del cine, siendo considerado al mismo nivel que Walt Disney, Steven Spielberg, Akira Kurosawa u Orson Welles. Por citar algunos premios, ganó el Oscar a la mejor película de animación en 2002 por El viaje de Chihiro y le dieron el Oscar Honorífico en 2014 como Premio a la trayectoria profesional.

Pues bien, El chico y la garza, a pesar de ser una interesante película con un mensaje antibelicista muy profundo, cae en un simbolismo tan rico y delicado (complejo para algunos), que ralentiza el ritmo haciéndola algo lenta y confusa (por abstracta), al menos para el espectador “común”. En ella se nos cuenta la historia de un joven que tras una desgracia familiar donde pierde a su madre, viaja con su padre para conocer a su nueva mamá: su tía, la hermana de su madre. La casa familiar, los recuerdos y una extraña roca en el jardín (donde habita una garza) será el inicio de una aventura multidimensional llena de emoción y seres fascinantes. Toda la aventura no es más que una excusa para superar el duelo de su pérdida y para redescubrir lo hermoso que porta la vida, a pesar de la maldad humana.

Como es frecuente en el anime japonés (Your Name, Suzume) se utiliza “el tiempo” como medida narrativa; interesante cómo el uso del tiempo nos otorga una perspectiva nueva sobre “lo mismo”, como si la dimensión temporal no fuera tan solo lineal. Esta mirada del anime japonés comparte cierto parecido con una concepción griega del tiempo, en donde Chronos no solo no domina y devora la vida, sino que también existe un tiempo “divino”, un tiempo eterno del bien (Aidion) que incide en Chronos y es capaz de cambiarlo todo. Sorprende y emociona la forma en la que Miyazaki hace aterrizar esto, a través de una historia familiar que, como todas, porta sus heridas. En una familia se suele decir: – Ya lo comprenderás cuando seas padre; y te acordaras de mi y dirás, ¡cuánta razón tenía mi madre! La perspectiva, saber comprender las situaciones con una mirada amplia y sabia, resulta vital no solo a nivel familiar (para evitar rupturas como en Una historia verdadera, de David Lynch) sino como especie, para no caer en guerras como las que desgraciadamente estamos viviendo estos días.

La historia es una adaptación de la novela de Genzaburo Yoshino, en donde la Naturaleza vuelve a ser un personaje más, capaz de adentrarnos en una pedagogía muy especial (casi providencial); por otro lado, necesaria para que los personajes (y el guion) avancen.

Vale la pena destacar, dentro de ese simbolismo (por otro lado, muy interpretable) una dirección artística que roza lo sublime, creando una atmósfera única y especial. Con una banda sonora minimalista la película aborda temas tan variados como la defensa de la libertad, la orfandad, la superación del duelo, el valor de la fantasía (del cine, del arte) y, sobre todo, de cómo heridas familiares pueden heredarse y condicionar a varias generaciones (y a todo un país). Dicen los expertos educadores que si queremos un cambio en las calles (un comportamiento distinto) debemos generar primero un cambio en las aulas (también se trata el bullying). Al enorme valor educativo, la última película del maestro Miyazaki añade (en mi humilde opinión) que toda guerra se gesta en el interior doméstico de una mente, y que es en la familia, donde debe vencer el bien (primero), a través del amor. Y es ahí donde el arte (su cine) y la Naturaleza (vivir en el campo) se convierten en aliados imprescindibles.

Interesante la conversación entre nuestro protagonista y un pájaro malherido; hermoso encuentro en donde la humanidad de la cinta se percibe con claridad; aparte del reclamo a los más vulnerables y débiles de las sociedad; que, como decía el recién fallecido filósofo Vattimo (y la Madre Teresa de Calcuta), son los más débiles los que nos dicen si una idea es buena o no. Mundos y submundos, casas que comunican con un más allá extraño y puertas que nos entrelazan con nuestros seres queridos.

En fin, una poderosa película llena de un inteligente simbolismo que no logra mantener el ritmo (por abstracta), a pesar de narrarlo con hermosura y una estética única (brutales los periquitos). A pesar de todo, quizás los más pequeños se queden embelesados con la garza (o les de miedo) según sensibilidades. Si gustan de un cine de animación cargado de mensaje y con una mano maestra detrás, no se la pierdan.

Carlos Aguilera Albesa

https://www.youtube.com/watch?v=y6phxxKNvZk

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad