Crítica
Público recomendado: +16
El Lodo es el segundo largometraje del español Iñaki Sánchez Arrieta, tras llevar al cine Zero (2020), una desconcertante ficción en la que un hombre y una mujer se despiertan en un lugar extraño, desierto y desconocido, sin saber quiénes son y porqué se encuentran allí.
Parece que a Sánchez Arrieta le interesa reflexionar en cuestiones como el destino, la suerte, la trascendencia de nuestras decisiones y cómo estas pueden afectar a terceras personas. Su planteamiento supone un desafío frente a la gran pantalla, por la dificultad que presenta plasmarlo en un guion consistente, con personajes viables y situaciones factibles.
Puede que con su primera película no convenciera al gran público -al menos a los ojos de la crítica-, sin embargo, en su segunda cinta reformula la receta y añade algunos componentes más apropiados para hacernos disfrutar de un thriller cargado de tensión que narra una inquietante historia, con tintes de western envuelto por una temática ecológica.
Este inquietante drama entrelaza dos tramas: Por un lado, vemos cómo se fragua un conflicto medioambiental en el pueblo de San Pedro, cerca de la Laguna Blanca, una zona de arrozales en Levante, a partir del severo plan de recuperación que pretende imponer Ricardo, el nuevo biólogo instalado en el pueblo con su familia, algo que no sentará nada bien a los lugareños. Por otro, el director nos sugiere otra trama en un plano más íntimo: La nueva situación a la que se lanzan Ricardo y Claudia, que atraviesan un momento complicado tras una reciente tragedia familiar, hará saltar las alarmas de su relación y ambos tendrán que enfrentarse a la realidad que rehúyen.
La depresión que sufre ella, -gran interpretación de Paz Vega probablemente su mejor papel dramático- agrava la convivencia en el hogar familiar a la vez que el oscuro presagio que amenaza al protagonista va tornándose cada vez más negro. La tozudez de Ricardo conllevará fatales consecuencias para él y para su familia, motivo que impulsará a Claudia a tomar una dura decisión. Estos últimos minutos son puro suspense, te mete mucho en la película, imposible que el espectador se mueva de su sillón hasta el final del final: un inesperado y último giro hará respirar aliviado al presente.
Un punto a favor de la película: La espectacular localización, una joya rural de nuestro levante. Los planos cenitales de la albufera, las barcas, los pescadores con escopeta en mano… no podemos evitar acordarnos de La Isla Mínima, también protagonizada por Raúl Arévalo, a quien por cierto le queda como un guante el papel de héroe que asume enfrentarse a la corrupción y a la mentira, cueste lo que cueste. Enriquecedor y complementario el resto del reparto, con especial mención a Joaquín Climent, intérprete que nunca decepciona.