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En el corazón del mar

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-Adultos

El fenómeno literario desatado por Moby Dick (Herman Melville, 1851) a lo largo de la historia, ha encontrado una nueva vía de presentación al mundo gracias a la mano de Ron Howard. En el corazón del mar basa su relato en el suceso real, recogido por Nathaniel Philbrick en su relato homónimo (In The Heart of The Sea, 2000), que inspiró a Melville para escribir la epopeya marina.

En el invierno de 1820, el ballenero de Nueva Inglaterra Essex fue agredido por algo a lo que nadie podía dar crédito: una ballena de tamaño y voluntad descomunal, con un sentido de la venganza casi humano. Y la precitada novela solo contó la mitad de la historia. En el corazón del mar va más allá y revela las horribles consecuencias del encuentro, cuando los supervivientes de la tripulación fueron forzados hasta el límite y se vieron obligados a hacer lo impensable para mantenerse vivos. Enfrentándose a las tormentas, el hambre, el pánico y la desesperación, los hombres llegan a dudar hasta de sus creencias más profundas, desde el valor de sus vidas a la moralidad de su oficio, mientras el capitán intenta orientarse en el mar abierto y su primer oficial sigue empeñado en conquistar a la gran ballena.

El oscarizado realizador estadounidense de 61 años, Ron Howard (Una mente maravillosa, 2001) -que resbaló considerablemente cuando adaptó las novelas de Dan Brown El código da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009)- no convence tampoco ahora con su ambiciosa propuesta de aventuras, que da la talla como espectáculo visual, pero falla en el plano emocional, porque el espectador no sabe realmente de qué está siendo testigo, o dicho de otro modo: En el corazón del mar intenta tocar demasiados palos y no acaba de definir claramente sus intenciones. A ratos parece un drama de superación personal e incluso en ciertos tramos una película histórica.

Es cierto que Howard recupera para la pantalla grande el tono de esas películas que tenían el océano como protagonista, como fue el caso de la lejana y brillante Master and Commander (Peter Weir, 2003), pero, por otro lado, las películas que se desarrollan casi en su totalidad en alta mar siempre han tenido un gran riesgo, no sólo en lo económico, sino por el rechazo del público que se siente incómodo ante la idea de pasar dos horas en un mismo espacio.

Y es que, mal que pese, En el corazón del mar sólo impacta por su capacidad de reducir un relato angustioso y de múltiples perspectivas, a una insulsa narración -a causa de un guión débil- que no hace ninguna justicia con la obra a la que adapta. Recuerda, en cierto modo, a La Vida de Pi (Ang Lee, 2012), con saltos temporales que intercalan el presente. No hace hincapié en los momentos álgidos de la pieza y tampoco consigue mostrar los auténticos sentimientos de los personajes. De este modo, Howard no trasciende el límite de una trama que termina navegando sin rumbo, impulsada por efectos visuales -su soporte principal- y en clichés que terminan por acentuar lo previsible del relato.

Uno de los grandes problemas radica en lo poco definidos que están los personajes, aunque el reparto, encabezado por Chris Hemsworth, funcione bastante bien. El tratamiento del tiempo es correcto a pesar de lidiar con la dificultad de contar una historia que se desarrolla durante muchos días y en dos décadas distintas, así como su lograda puesta en escena, su planificación en el diseño de fotografía o banda sonora, a cargo del español Roque Baños.

Lo más llamativo es que En el corazón del mar se deja fuera lo más importante, al no profundizar en los límites del ser humano y se conforma con exhibir acción a raudales que al final es la garantía del entretenimiento con los actores de moda. Otra ocasión perdida de contar, con sentido y sensibilidad, la tragedia sobre Moby Dick.

 

 

 

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