Crítica
Público recomendado: + 12
Estamos ante un estreno más de la saga de Guardianes de la noche (Kimetsu no Yaiba en japonés; que significa espada matademonios). Se trata del manga y anime más taquillero del siglo XXI, hasta el momento.
La historia se centra en un joven llamado Tanjiro Kamado que ve su vida cambiada cuando descubre que toda su familia ha sido asesinada por un poderoso demonio, siendo su hermana menor (Nezuko) la única superviviente. De repente, Nezuko se convierte en un demonio, pero Tanjiro se resiste a perderla. Ambos emprenderán una ventura coral, llena de grandes personajes, con el único objetivo de salvar y curar a Nezuko.
El manga japonés, como sabrán, viene a ser como los comics americanos o las historietas franco-belgas o las españolas. En ellas queda recogido, en forma amena y muy visual, la cultura, inquietudes y tradición de la sociedad que se trate. En este caso, la japonesa. Algunos de los más populares son Dragon Ball, One Piece, Naruto o Detective Conan.
Lo normal es comenzar con el manga, es decir, crear la historia ilustrada en varios volúmenes, en el caso que nos ocupa unos 23 volúmenes. Luego llegan las adaptaciones a series de T.V. y al cine. Esta saga, de momento, lleva tres temporadas publicadas del anime, que pueden ver en Crunchyroll, una plataforma especializada en anime. El estreno que nos ocupa corresponde a la conexión entre el final de la 3ª temporada, y el inicio de la cuarta temporada. Es bueno aclarar donde estamos para no confundirnos. Por ello, para los no iniciados puede ser una experiencia menos enriquecedora que para los fans, que crecen por momentos en todas partes del mundo. Han sido 140 países en donde se ha estrenado esta película.
Como ven, el cine y las series de T.V. están acercándose en forma y fondo: muchas series se estrenan en pantalla grande (como le ha ocurrido también a The Chosen) y muchas películas quedan inconclusas y dividas en partes como si fueran series de T.V. (véase la última entrega de la saga de Misión Imposible o de Fast & Furious).
Pues bien, la serie que nos ocupa tiene su origen en 2016 donde su autor (o autora; se tienen pocos datos al respecto), la publicó por primera vez en una revista semanal llamada Shukan Shonen Jump, dirigida al público masculino joven (Shonen). Pero esta saga va más allá del cálculo de sus creadores y aunque bebe de la cultura japonesa, logra mostrar rasgos universales de la naturaleza humana, que valen la pena destacar. Su autor es Koyoharu Gotoge y el lanzamiento ha sido llevado a cabo por Crunchyroll y Sony Pictures.
Lo primero es aclarar que existe una fuerte jerarquía, tanto en los buenos como en los malos, los demonios. Existen los Pilares y las Lunas, y distintos grados de demonios con distintos poderes. Las habilidades de los demonios varían y siempre persiguen doblegar a Tanjiro y a su equipo de matademonios. Sin embargo, es importante señalar que la construcción de los demonios destaca por mostrar una veta humana, un resquicio de su vida humana anterior. Este gesto creativo otorga a la saga entera una dimensión interesante y universal. Por ejemplo, cuando un demonio muere (al cortarle la cabeza) suele acordarse de un recuerdo de su vida humana, segundos antes de morir. Interesante cómo la persona creadora de esta saga concibe que en la naturaleza humana existe un punto irreductible e inalcanzable para el mal; por muy poderoso que sea. Esta dimensión antropológica de los personajes permite un diálogo cultural que va más allá de lo religioso o de lo cultural. Hasta podría darse un pequeño diálogo interreligioso con el budismo o el sintoísmo propios de la cultura japonesa.
Otro punto fuerte de esta saga es la película Guardianes de la noche: El tren Infinito, recientemente estrenada por capítulos en Netflix. De hecho, esta película sí está concebida como un filme y no como una serie; por eso, y por muchas otras cosas, es sin duda lo mejor de la saga hasta la fecha. Interesante la idea de “conciencia” dentro los personajes y cómo a través del sueño, se puede vulnerar la libertad humana y dañar nuestra esencia; como si existiera una conexión entre nuestra mente y algo más (llámese alma o conciencia, según quien sea). Este punto podría interesar a los amantes de la Antropología filosófica, esa que estudia los límites de la mente y el alma, también con la actual Inteligencia Artificial.
Si hay algo que define la fuerza del bien en esta saga es “el amor”; el vínculo entre Tanjiro y su hermana, cruza unos límites increíbles en donde el mal queda inevitablemente sorprendido. Las corrientes psicológicas actuales (Steven Hayes, Teoría de Aceptación y Compromiso) también apuntan hacia el amor como el destino del trabajo personal de cada uno de nosotros. Un trabajo que precisa un entrenamiento duro sobre la realidad que nos acontece (por ejemplo, controlar al Dictador Interior o crecer en “flexibilidad psicológica”); un entrenamiento similar al que hace Tanjiro en esta saga: entrena el cuerpo, la mente, la respiración, la meditación y todo, en relación con una Comunidad que se retroalimenta. Por supuesto, esta concepción del amor también entronca muy bien (con sus matices), con la tradición judeocristiana o con el aspecto caritativo de la hermenéutica (el hombre de buen temperamento, de Gianni Vattimo).
En definitiva, estamos ante una obra magnánima japonesa, un anime donde el bien y el mal se enfrentan bajo conceptos universales, pero dentro de una cultura concreta, la familia japonesa. Por supuesto, escenas de violencia explícita extrema como ocurre con la saga de Bola de Dragón, y una narración visual muy ralentizada en donde sorprenden los momentos de humor, por ser algo impuestos. Aún así, la propuesta es interesante, divertida y cargada de una aventura coral que lleva dentro un interesante potencial. Veamos cómo el anime va tomando identidad propia, pues ya empieza a evolucionar respecto al manga original.
Carlos Aguilera Albesa