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Indiana Jones y el dial del destino

Crítica

Público recomendado: +13

Nos llega una aventura más del famoso arqueólogo interpretado por Harrison Ford, una entrega que parece cerrar, definitivamente, esta saga tan querida e importante dentro de la historia del cine. Sobre todo, por cómo ha influenciado muchas películas de aventuras y por la forma en la que conquistó a más de una generación.

En este caso la película está ambientada en 1969, con el bullicio de fondo del viaje a la Luna, y su compañera de aventuras será la hija de un viejo amigo, a la que da vida la talentosa y carismática Phoebe Waller-Bridge, muy conocida por la serie de culto Fleabag, una irreverente y poderosa serie que destaca, por su humor cínico y mordaz.

El arqueólogo y héroe, Indiana Jones tendrá que recuperar un dial legendario que puede cambiar el curso de la historia. Acompañado con su ahijada, Jones se enfrentará a Jürgen Voller, un ex nazi que trabaja para la NASA. Podríamos dividir en tres partes este guion tan nostálgico y quizás algo irregular: la presentación en EE.UU. (en torno a un desfile sobre la Luna y la exploración espacial); la segunda parte de desarrollo en Tánger (Marruecos) y una última parte (un clímax estupendo) en torno al Mediterráneo. Mención aparte requiere el interesante flashback de arranque y el epílogo final, con esa suavidad maestra con la que se cierra con elegancia esta nostálgica película.

Es importante señalar el arco de transformación de Indiana. Sorprende encontrarle algo demacrado por los avatares de su vida familiar: una “oscura tragedia” invade todo su ser, su identidad y su entorno; puedes ser un gran profesor o explorador y ser un torpe infeliz en un plano más íntimo. Recordemos, por ejemplo, la evolución de John McClane en la saga de La Jungla de Cristal. Ya sabemos que el afecto (que se forja en la infancia y la familia) puede quedar roto, aunque la vida avance y nos convierta en ancianos. Como le pasa al Batman de Nolan, si nos descuidamos en “lo moral”, permitimos una mentira o bien no afrontamos una tragedia con sabiduría, el héroe se va desvaneciendo poco a poco. Interesante, por otro lado, cómo la relación con Phoebe pondrá de nuevo a Indi enfrente de la aventura; a veces, la aventura nos empuja a tomarnos en serio el resto de parcelas de la vida. Por otro lado, es interesante ver cómo Indiana Jones entra en relación con esta chica “moderna y empoderada” y con otros personajes; el candor de su sencillez termina conquistando a su paso, como le pasa a Wall-e cuando entra en relación con el resto de la tripulación que anda anestesiada (y a la espera) en el espacio. Efectivamente Indiana ha vuelto y dialoga con nuestro mundo actual.

En cuanto a la temática que aborda existe también una dimensión política y laica interesante. La ambientación durante el desfile por el viaje a Luna muestra el desmedido interés político de aquella época, con incursión incluso del presidente americano. También está el factor “inmigración” y “patriotismo”, impresiona cómo interroga el antagonista a un sencillo camarero de un hotel, sobre su verdadero afecto a los EE.UU. En esta línea, la película puede ser leía como una advertencia a la vuelta de las ideologías (hablemos del nazismo o de cualquier otra). Y, por último, resulta curioso que el objeto que persiga Indiana Jones poco a poco, deja de tener un carácter religioso/espiritual, para que sean los extraterrestres y la ciencia los que pasen a ocupar el centro de la trama. Sin embargo, el diálogo “Ciencia y Fe” queda muy bien expresado en esa conversación en el barco, cuando Indiana muestra la herida afectiva tan grande que tiene, y cómo una fe intensa (y verdadera) podría, según su experiencia, significar algo distinto y real.

Vale la pena destacar la importancia que tiene el factor “tiempo”, tanto en el planteamiento narrativo como en la forma en la que nos muestran al joven Indiana Jones. De una forma u otra, nuestro mundo posmoderno parece obsesionado con el control del tiempo (no es solo lineal) y esta película lo muestra tanto narrativamente, como por la forma de hacerla, es decir, que el joven Indiana Jones está bastante bien logrado con Inteligencia Artificial y, dentro de unos límites razonables, funciona y emociona. Eso sí, el peso de la película recae sobre un Harrison Ford anciano, que pelea y lucha como si fuera mucho más joven, como ocurre en muchas películas actuales (quizás, esa autosuficiencia posmoderna). A pesar de esta ya conocida inverosimilitud, la película es una interesante aportación a la famosa saga de Steven Spielberg.

En este caso está dirigida por James Mangold y siento decir que se añora a Spielberg en ciertos momentos y decisiones del personaje. Aún así, el resultado final es notable, la entrega es muy respetuosa con la saga (planos muy spielbergianos) y en su parte final es entrañable e incluso profunda. Mangold responsable de películas como Le Mans ´66 (2019) o El tren de las 3:10 (2007) repite la fotografía de Phendon Papamichael, que resulta fundamental para aportar visualmente, esa nostalgia y calidez que merece esta entrega. Por supuesto, la banda sonora de John Williams y su equipo, te conquista el corazón desde la primera nota, soberbia.

En definitiva, un nostálgico cierre de una saga muy querida donde Harrison Ford mantiene intacto su carisma y encanto personal. Por cierto, Antonio Banderas tiene una pequeña colaboración, clave para llevar a Indiana más al fondo de lo evidente. Eso sí, a pesar de las dos horas y media que dura, la parte final tiene tan buen ritmo, que te deja un muy buen sabor de boca. No se la pierdan.

Carlos Aguilera Albesa

https://www.youtube.com/watch?v=EVjvIL2joxQ

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