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Juego de Asesinos

Caratula de "Copshop" (2021) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Una interesante y sangrienta película de acción, que arriesga y logra una sugerente reflexión sobre el mal, la corrupción y la libertad. Eso sí, muchas balas, personajes “estereotipados” y mucha visceralidad. Como dice la ópera prima de su director, Joe Carnahan, “Sangre, balas y gasolina” (1998).

En la comisaria de un pequeño pueblo se produce una gran batalla, que recuerda en ocasiones a la Jungla de Cristal (1988), de John MacTiernan. Ahora Bruce Willis es una joven e inteligente policía novata, que se verá envuelta en una lucha a muerte, entre un asesino a sueldo y un mafioso que esconde un secreto inconfesable.

La primera parte está bien planteada a pesar de ser algo previsible y la segunda parte cierra con solvencia, gran ritmo y un final travieso. Entremedio, algunas secuencias a cámara lenta que ralentizan la historia y unos toques de humor forzados que terminan formando una interesante propuesta. Por otro lado, porta una profunda denuncia a la corrupción en todos los estamentos de la sociedad, una poderosa reflexión sobre el mal y una potente crítica al capitalismo. Interesante la postura moral en la que sitúa al protagonista: si el sistema está corrupto, ¿cómo hacer el bien?

La película está configurada como una lucha entre el bien y el mal. El guion y la construcción de los personajes así lo demuestran; la policía se muestra muy plana y maniquea (quizás un estereotipo apropósito, que busca una denuncia) salvo por la protagonista, que sí que muestra un arco de transformación. Y el mal, sin embargo, se presenta con muchas graduaciones y matices: está el asesino a sueldo con conciencia y caballerosidad, está también el psicópata loco (que es el mal encarnado) e incluso el policía corrupto. En este sentido la película se centra en dos temas claramente: la corrupción y, como decíamos antes, ¿cómo hacer el bien si todo está corrupto?

En cuanto al tema de la corrupción, lo muestra con tanta precisión que el espectador termina sintiéndose vulnerable: si incluso políticos, jueces y agentes de la ley son corruptos, ¿cómo sentirse seguro? ¿A quién acudir?

La reciente película de la argentina Natural Arpajou (“Libre”), estrenada en el pasado Festival de Cine de Málaga o la serie de T.V. “The Good Fight”, nos abren también los ojos en cuanto a lo vulnerables que somos en este mundo; cuando en nombre de la corrupción, la injusticia campa a sus anchas en las calles (y en los juzgados), y se violan los derechos y los anhelos más profundos del ser humano. Otras películas en esta misma línea serían: la premiada por el jurado Signis en San Sebastián, Alpha. The Right to kill (2018),  la española El Reino (2018), Enemigo Público (1998), de Will Smith o Sed de Mal (1958) de Orson Welles. Ante una situación así, que recuerda bastante a la ciudad de Gotham, de la saga de Batman, donde reina el mal, ¿quién puede hacer justicia y defender los derechos fundamentales (el bien)?

Toda reflexión inteligente en torno al mal es siempre una reflexión sobre el bien y la libertad, para quien tiene la capacidad de verlo, claro. Como dijo hace poco Martin Scorsese, “La redención está en toda mi obra”[1] (El País). Una banda sonora eficaz y unos efectos especiales tan solo suficientes, ponen la guinda a una experiencia de menos de dos horas que dará que hablar aunque sea por su clara influencia taratiniana. En definitiva, una notable película de acción, no apta para menores, que nos propone una interesante reflexión sobre la naturaleza del mal y el anhelo de bien que está inscrito en la naturaleza humana, incluso en la naturaleza de algunos villanos.

[1] https://elpais.com/cultura/2017/01/02/actualidad/1483363664_328077.html

 

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