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La cueva de los sueños olvidados

La cueva de los sueños olvidados 

Público recomendado: Todos 

En 1994, en Pont-d’Arc (Francia), tres espeleólogos descubrieron una cueva oculta desde hace cerca de 29.000 años. Sobre más de400 metrosde paredes de roca se extendían pinturas de una belleza extraordinaria creadas hace 35.000 años. Hoy la cueva está cerrada al público. El documental 3D rodado por Herzog se salta esta prohibición y nos permite entrar en la cueva y ver – casi tocar con la mano – estas obras de arte milenarias.

Por causa de las estrictas medidas de seguridad para la conservación de la cueva, el documental se ha grabado en apenas seis días por un total de sólo 24 horas. Herzog ha podido contar sólo con tres colaboradores, ha tenido que utilizar luces de baja emisión de calor alimentadas con baterías y su movilidad ha sido limitada a un recorrido preestablecido de sólo60 cmde ancho. A pesar de esto el resultado es óptimo.

Ernst Reijseger traduce magistralmente las pinturas rupestres en sonidos que, junto con la irónica narración de Herzog, consigue hilvanar un documental tan profundo como ameno. Entre las grabaciones de las pinturas se intercalan entrevistas a varios científicos que, en diálogo con Herzog y en contacto con su personalidad excéntrica, adquieren un carácter muy alejado del consueto anonimato de los profesionales en los documentales al uso.

Es muy probable que el Ministerio de la Cultura Francesa ya no dispense otros permisos para grabar la cueva. Aquella concedida a Herzog es, por tanto, una excepción. Y se agradece que se le haya concedido a él, precisamente un director de excepción capaz de mirar las pinturas con la inocencia de un niño, dejándose fascinar por el misterio que envuelve el nacimiento del arte y del hombre como tal. Esto es, de hecho, el leitmotiv de Herzog: el hombre, su origen y su naturaleza. No es pues casualidad que sus protagonistas sean casi siempre sujetos en situaciones límite que tienen que luchar contra todo y contra todos para sobrevivir. Es aquí, de hecho, en el límite, donde se hace más evidente el rasgo humano que diferencia al hombre del resto de la naturaleza.

Se entiende, pues, por qué Herzog ha decidido grabar las pinturas de la cueva Chauvet: son obras de un artista que vivía en una Europa helada, habitada por animales más o menos feroces, obligado a cazar con armas todavía muy rudimentarias, es decir, en circunstancias que todos definiríamos en el límite de lo humano. Y, sin embargo, es patente que este proto-artista ya era un hombre con todas las de la ley. Como diría Chesterton: “el arte es la firma del hombre”.

Que alguien, hace 30.000 años, en el fondo de una cueva, pinte sobre la roca caballos, bisontes o rinocerontes, es el signo evidente de su diferencia frente a todo lo creado. ¿Por qué lo hacía? Es posible que nunca lo descubramos y, aún así, una cosa está clara – y Herzog consigue transmitirlo magistralmente – nosotros reconocemos aquel artista tan hombre como nosotros. Sus pinturas son un puente tendido sobre el abismo que divide nuestra historia de su época prehistórica remota. Ciertamente, todo está encubierto por un velo de misterio pero, precisamente, de misterio y no de total oscuridad y extrañeza: algo tremendamente fascinante y atractivo, imposible de desvelar por completo, pero que nos provoca por su extrema cercanía a nuestra humanidad. Nos asombran estas pinturas y no los arañazos de los osos de las cuevas porque las reconocemos como parte de nuestro mundo. Nos asombramos porque antes del futurismo y del impresionismo estos hombres prehistóricos pintaban un caballo con ocho patas en lugar de cuatro para transmitir la sensación de movimiento. Nos asombramos porque antes de los estudios sobre la perspectiva conseguían aprovechar de un bulto en la roca para pintar la joroba de un bisonte y así dar una impresión de profundidad. Es decir, nos asombramos porque todo esto es la evolución de una única especie, la nuestra, la humana. 

Stefano Trentino

 

Ficha técnica: 

Cave of  Forgotten Dreams, Canada, EEUU, Francia, Alemania, Reino Unido, 2010).

Director: Werner Herzog.

Intérpretes: Werner Herzog, Jean Clottes, Julien Monney.

Duración: 90 minutos

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