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La guerra de los botones

Caratula de "La guerra de los botones" (2011) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: familiar

Los chicos de Velrans y los de Longeverne se han declarado la guerra. Con la histórica rivalidad entre los dos pueblos y una disputa por cazar donde no deben, comienza la guerra de los botones, un conflicto en el que el objetivo es conseguir todos los botones posibles de los adversarios.

Lebrac, el malote de Longeverne, atiende en las clases de historia para aprender estrategias de guerra y para cautivar a Violette, la chica nueva de la escuela. La guerrilla de los chavales sirve de metáfora para contar otra guerra peor, la de la ocupación nazi enla Franciade 1944 y la resistencia de los franceses.

Chritophe Barratier, tras Los Chicos del Coro (2004) y París, París (2008) además de haber demostrado tener un don para los niños, da con la clave de hacer un cine que agrada al público infantil y familiar, contando una historia tierna, simpática y entrañable, añadiendo un toque melodramático al argumento, lo cual atrae a los espectadores más adultos.

El título original es La nouvelle guerre des boutons (2011), para reconocer que se trata de un remake de la película de 1962, ya que la película parte del guión de la de Yves Robert, tal y como se anuncia en los créditos, y para distinguirse de otra La guerre des boutons’(2011), de Yann Samuell, que también se ha producido y estrenado este año en Francia. Existe, asimismo, una coproducción con Reino Unido de 1994 titulada War of the Button.

La interpretación de los pequeños combatientes, junto con las escenas de batallas y gamberradas aportan dinamismo y frescura al film. El pequeño Gibau es sin duda el personaje al que todos quieren, siempre añadiendo el punto cómico y consiguiendo que el público siga la película con una sonrisa en los labios.

Está fábula contada con un tono narrativo cercano, amable y conmovedor de la guerra de los botones le sirve a Barratier para mostrar a los franceses de la resistencia, en un pueblecito de la campiña, donde todos cumplen su papel de buenos y malos.

La fantástica fotografía y ambientación te acercan a los verdes paisajes de la campiña francesa y a uno de sus pueblecitos, donde niños con boina y pantaloncitos cortos con tirantes corretean por sus calles, aprovechando sus tardes antes de que sus madres les llamen a cenar.

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