Crítica
Público recomendado: +16
Entre la amenaza de nuevos rebrotes de la Covid-19 y los intentos por normalizar la economía, se estrena en los cines una nueva comedia hispano-argentina, La maldición del guapo; una película que entretiene e interesa, pero que no logra despegar como debiera. Eso sí, con un gran reparto actoral y una fotografía exquisita.
La película nos cuenta la historia de Humberto, un seductor estafador que lleva una vida tranquila en Madrid tras haber cumplido condena por una antigua estafa, que le costó la relación con su hijo, Jorge, al que no ve desde hace años. Ahora, Jorge es un hombre honrado que se verá obligado a pedir ayuda a su padre, al ser víctima de un robo en la joyería en la que trabaja. Muy interesante cómo la relación padre-hijo va permitiendo que las heridas del pasado afloren; también relevante la necesidad del padre de ordenar sus actos pasados y explicárselos a su hijo para recuperarle.
Desde un punto de vista técnico, la película sobresale especialmente por una fotografía cuidada y eficaz. El casting de actores, con su enorme talento, especialmente Cayetana Guillén Cuervo, eleva los conflictos de los personajes a situaciones cómicas e inesperadas, que dan un buen ritmo y tono al metraje; al menos durante la primera mitad. La parte final del guion acelera ciertas tramas queriendo sorprender al espectador (tipo la saga Ocean´s Eleven) pero se desinfla el conflicto central, y pierde consistencia. Por otro lado, la película destila ciertos tufos de ingenio capitalista (¿no se puede ser feliz con una vida austera?) y, a la vez, parece abierta a los clásicos (Borges, Heidegger) pues cita a filósofos y escritores, reflexionando sobre la espera y el imprevisto cotidiano. A pesar de esta ambigüedad narrativa y visual, la película es interesante por “apuntar” cómo la naturaleza humana tiende a ser hermosa y miserable a partes iguales.
En definitiva, una divertida comedia que, sin ser redonda, deja un buen sabor de boca; tan necesario en estos días de miedos, virus y cuarentenas. Y como dice la canción de la película: “nacer guapo” o “nacer salvaje”, no nos obliga a vivirlo como una maldición; eso se decide con nuestros actos. Por cierto, una película llena de lujo, joyas y grandes casas, que deleitará a aficionados a la arquitectura y la decoración.