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Solo queda la danza

Crítica

Público recomendado: +16

Irma es una joven estudiante de ballet, que se esfuerza denodadamente en poder llegar a alcanzar su sueño de ser bailarina profesional. Un día empieza a hacerse amiga de Olga, que acaba de llegar a la escuela y no tarda en mostrar también un talento innato.

No es la primera vez que la directora holandesa Dana Nechushtan (Dunya & Desie, Zusjes) explora la amistad entre mujeres. Lo hizo en la serie Zusjes, emitida en la televisión nacional, y en clave de comedia en el largometraje Dunya & Desie. En Solo queda la danza está claro el salto de calidad de la realizadora a una película de producción notable, merecedora del premio Bernhard Wicki a la mejor dirección.

No hay nada de carácter homosexual en la relación íntima entre las protagonistas, sino una complicidad de amigas que se vuelven prácticamente hermanas en su camino hacia la primera línea del ballet de los años 70 en Países Bajos inspirada, por cierto, en la vida de la famosa bailarina holandesa Olga de Haas, de quien toma nombre una de las protagonistas.

Lo mejor de la cinta es que Olga e Irma son bailarinas profesionales convertidas en actrices. Esto nos da una pista de la potencia expresiva de la cinta, donde el esplendor del ballet inunda la historia en cada plano, desde los gestos y la fisionomía de las protagonistas, hasta las sucesivas coreografías, que se convierten en el eco de la historia de Irma y Olga. Nechushtan consigue con ello que el tono de la película y de la relación entre ambas sea la del ballet, disciplinado y liviano, rudo y delicado, dócil y avasallador.

Como en Whiplash de Chazelle o Cisne negro de Aronofsky, Solo queda la danza pone delante la pregunta de hasta qué punto merece la pena sacrificarse por el arte, con el añadido de cómo esto afecta a una relación de amistad en la que las dos partes buscan gozar del mismo esplendor.

En este notable trabajo de Nechushtan, que ha destacado dentro del panorama cinematográfico holandés, vemos la preocupación porque la amistad sea algo que pueda redimir a la persona, dentro de sus dificultades, heridas y carencias familiares. En ese sentido, es muy actual.

La cinta se hace quizás algo larga, por querer explorar demasiados detalles dentro de esa amistad en una sucesión de escenas y personajes un tanto episódicos, que se estiran demasiado para un largometraje. En esto se nota que Nechushtan ha dirigido varias series de televisión.

La intención de la directora es ponernos delante la pregunta de hasta qué punto estamos dispuestos a elegir amar al otro en circunstancias enemigas del propio bien personal y, a la vez, hasta qué punto somos impotentes a la hora de ayudar al otro. “Espero que al final de la película, cada persona pueda pensar: ‘ojalá yo pueda tener una amistad así’”. Que quien vaya a verla, responda por él mismo.

Ignacio Álvarez O´Dogherty

https://www.youtube.com/watch?v=CfRTdeAuKk0&t=1s

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