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Yo tenía una vida

Crítica

Público recomendado: +13

Octavio Guerra nos trae un documental sobre los sin techo, con dos protagonistas de la realidad que nos quiere mostrar: Elena, una asistente social que prepara su tesis doctoral sobre la reinserción de personas sin hogar y Jesús, que está luchando por no volver a la calle.

Vemos a Elena en la universidad, trabajando sobre una tesis que versa sobre su mismo trabajo cotidiano como coordinadora de un piso de acogida. Tiene al alcance de la mano casi toda la información que requiere, pero emocionalmente es muy duro tener que profundizar más todavía en los dramas con los que tiene que lidiar en su día a día. Buscar sus causas, prever sus posibles soluciones o desenlaces, gestionar las situaciones, imaginar nuevos planteamientos… Tampoco es fácil para ella tomar distancia, porque son situaciones humanas desgarradoras con las que no puede dejar de pensar al acabar su horario laboral, porque entonces es cuando comienza su dedicación a la elaboración de la tesis.

El otro protagonista es Jesús, que ha vivido diez años en la calle antes de decidirse a entrar en un centro de acogida y reinserción laboral. En el centro tienen todas las necesidades materiales cubiertas –vestido, manutención y sanidad–, reciben apoyo psicológico y realizan pequeños trabajos para colaborar a su manutención, pero no son propiamente una actividad laboral remunerada que les permita vivir por sí mismos. Y lo mismo sucede en los pisos tutelados.

Jesús se siente agradecido porque lo sacaron de la calle y ahora hay personas que se preocupan por él, tiene un techo, un plato a la mesa y un lecho en el que dormir. Pero lo agobia la falta de libertad para tomar sus propias decisiones y quiere emprender su propio camino.

Oyéndolo, comprendemos bien su sufrimiento, pero parece poco realista, a su edad, pretender abandonar el pequeño hogar que se le ofrece para lanzarse a la aventura de encontrar por sí mismo los medios para vivir. Pero Jesús asume el riesgo y abandona el programa de los servicios sociales.

En estas circunstancias, Elena da un giro a su tesis para analizar el caso práctico concreto de Jesús y hacer el seguimiento de su aventura vital. De tal modo que, entre ambos, se crea un vínculo muy especial, una relación intelectual, pero, sobre todo, humana. La asistente social se convierte en el único punto de agarre si su intento llega a fracasar y se ve de nuevo en la calle.

La película es interesante en lo que tiene de cuadro de una realidad cercana, a menudo muy desconocida. Sin embargo, aunque hay momentos en que conmueve, no consigue atrapar emocionalmente al espectador. Ver a Jesús durante largos minutos haciendo sus ejercicios en un gimnasio, trabajando en el campo o repitiendo incansablemente los misma razonamientos resulta cansino, y tampoco la tesis de Elena, de la que no sabemos gran cosa, logra despertar el interés.

Lo que sí resulta patente es que hay un puñado de trabajadores haciendo una labor encomiable con pobres personas que han podido llegar a ese estado por diversos motivos –algunos difícilmente justificables–, pero a los que hay que socorrer e intentar devolver su dignidad. Y uno hasta se siente orgulloso de vivir en un país donde los servicios sociales realizan esa labor.

Mariángeles Almacellas

https://www.youtube.com/watch?v=molBNZqsvD8

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