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1917

Caratula de "1917" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Nos llega una de las películas favoritas para la carrera anual de premios que culminará en los Oscars. 1917 se ha alzado ya con el Globo de Oro como mejor película dramática, lo cual la convierte en una seria aspirante a la famosa estatuilla de la Academia. Además, cuenta con el prestigioso nombre del director Sam Mendes detrás de las cámaras (ya oscarizado por American Beauty en 1999), después de sus dos incursiones en la saga de James Bond.

La película sigue a dos soldados británicos en la I Guerra Mundial, durante una misión en la que deben cruzar tierra de nadie para entregar un importante mensaje y así evitar que los suyos caigan en una trampa de los alemanes.

1917 cuenta con un aspecto técnico que quizás sea lo más destacado de la película, lo que le confiere una distinción y ha captado el interés de los cinéfilos: la historia está contada prácticamente en tiempo real (hay una única elipsis de algunas horas a mitad de película), y no solo eso, sino que está contada en un único plano. Por supuesto, rodar una película entera en una sola toma no es posible, por lo cual se ha recurrido a trucajes de distinto tipo para disimular el encaje de las piezas, como ya hicieron antes otros directores que intentaron la proeza, incluido Alfred Hitchcock con La soga (Rope, 1948). Eso no le quita valor al experimento, ya que narrativamente sigue siendo un solo plano. Lo que resulta sorprendente es que se consiga un nivel tan apabullante en el trabajo de composición de los encuadres y de fotografía con las limitaciones que supone rodar tomas tan largas. El experimento hace que el espectador viva una experiencia inmersiva, asumiendo el trayecto de los protagonistas como propio, y al mismo tiempo mantener la tensión de forma admirable.

Sin embargo, la brillantez técnica y el impacto emocional no pueden ocultar ciertas carencias: principalmente, una estructura simple que convierte la historia casi en un vídeo juego, los protagonistas deben ir sorteando obstáculos hasta llegar a su objetivo, sin más. El mismo planteamiento parece bastante improbable (enviar a dos soldados rasos para entregar un mensaje tan importante). Los personajes igualmente son bastante unidimensionales, más allá de algún matiz ocasional.

El mensaje de la película es el habitual en el género bélico: la guerra es una situación de excepcionalidad que pone al hombre en una situación límite, haciendo cosas impensables por su supervivencia. Pero en medio de la muerte, la locura y la destrucción, asoman momentos que nos recuerdan la humanidad a la que deben aferrarse los soldados. Uno de esos momentos, relacionados con una canción, parece un claro homenaje a la escena final de Senderos de gloria (Paths of Glory, 1957), el acercamiento de Stanley Kubrick a la I Guerra Mundial, y que sin duda con muchos menos medios técnicos conseguía profundizar mucho más en cuestiones básicas que esta brillante pero fría 1917.

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