Crítica
Público recomendado: +18
El pasado viernes, 10 de enero, los cines españoles acogían el estreno de la fallida historia -por decirlo suave- de La Suite Nupcial, película escrita, dirigida e interpretada por Carlos Iglesias, y de cuya que distribución responde Versus Entertainmentent. El filme narra las andanzas de Fidel, un hombre corriente entrado en los sesenta. Intenta subirse al último tren que pasará por su aburrida y monótona vida, aunque esto implique un fin de semana a todo lujo y completamente fuera de su alcance en la Suite Nupcial de un hotel de Toledo. Allí tratará de tener una aventura con una compañera de trabajo.
Sorprende que Carlos Iglesias, autor de su biográfica Un franco, 14 pesetas (2006), exitosa opera prima que le supuso una candidatura al premio Goya al mejor director novel, se haya lanzado a describir los sinsabores de una vida asfixiante con tan poco estilo -a pesar del mensaje central del drama de intentar criticar el hedonismo y la frivolidad de los tiempos modernos-, a partir de un guión esquemático, sin despejarse aún del texto teatral homónimo del que es autor.
Este esquematismo en la narración se traslada a todos los personajes. Independientemente de la escasa factura técnica que presenta, Carlos Iglesias monopoliza la aventura sin apenas registros, que ni Ana Arias, Ana Fernández o José Mota, con todo su talento natural al frente, han sido capaces de mostrarlo en este filme. La prueba del algodón se descubre a consecuencia de unos diálogos largos e insípidos, cuyo humor se diluye porque apenas existe y porque los pocos gags no están trabajados. Y todo ello contribuye a que La Suite Nupcial se convierta en una película aburrida y sin alma.
Y, lo que es peor, un filme donde se premia la mentira y la infidelidad y se castiga ser fiel, honesto, leal, decir la verdad, algo que choca de frente en la condición humana. De hecho, cuando se indaga más a fondo en ese tono frívolo la aventura se vuelve aún más ridícula, dado que a la estructura narrativa y el texto plúmbeo se suma otro elemento, que aún resta más enteros a la modesta producción.
Queda, pues, una película enredada en la nada, sin reflexiones sólidas de ninguna clase, más bien cerca de favorecer la confusión y el caos en el espectador, que no sabe a qué atenerse, y que coloca en un lugar nada privilegiado a su director y a sus acompañantes, por lo que a todas luces se desaconseja su visionado.