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Al filo

Crítica

Público recomendado: +12

Alexandra Pokrovskaya (Svetlana Khodchenkova), líder del equipo ruso de esgrima, se esfuerza y dedica con mimo para su máxima vital: el oro olímpico. Sin embargo, la aparición en los combates de una nueva rival desconocida la pone alerta: La joven Kira Egorova (Stasya Miloslavskaya), procedente de Gryazovets, parece dominar el sable con agilidad y atrevimiento y comienza a acaparar titulares en la prensa.

El director ruso Eduard Bordukov (Korobka, 2015) nos conmueve en su segundo largometraje con una historia de ambición, de lucha y de superación a través del deporte, en este caso: la esgrima, un deporte olímpico tan fascinante como desconocido.

Con un contexto aparentemente difícil o poco atractivo, la cinta consigue emocionar al espectador, abogando de una manera inspiradora por valores humanos encarnados por dos esgrimistas rusas: la competitividad, la superación personal, la constancia, el esfuerzo, y también la generosidad y el compañerismo, no siempre tan bien vistos en el mundo del deporte. El director aprovecha los recursos técnicos (cámara lenta, cámara rápida) para recoger esa emoción que engancha: la velocidad de Kira, el aplomo y la experiencia de Alexandra irán marcando los vaivenes de la interesante lucha que se nos narra.

El conflicto comienza cuando Kira amenaza sin ningún pudor, a Alexandra, con destronarla de su máxima posición en el rango nacional de esgrima. Las dos mujeres rusas, fuertes y frágiles a la vez, irán creciendo, precisamente en el conocimiento de sus puntos débiles, así como en la superación y la motivación personal, apoyada en la amistad que van tejiendo. Solo así lograrán llevarse la medalla de oro en las Olimpiadas de Brasil.

Los recursos visuales juegan un papel importante en el trazado narrativo: en la vida de Kira vemos tonos más oscuros, que hacen referencia a la rebeldía, la búsqueda de identidad, propia de una joven de 19 años, que convive con compañeras de piso, se maquillan juntas y se prueban los vestidos que llevarán esa noche en la discoteca. Tras el batacazo que sufre Kira al conocer la fatal lesión en su rodilla, será su amiga quien le motivará para levantarse.

Por otro lado, el entorno de Alexandra es diferente: una mujer guapa, elegante, con estabilidad económica, segura de sí misma (al menos en apariencia), afincada en un piso grande y moderno, acostumbrada a moverse sola… Comparte sus vivencias, sus miedos y expectativas con su marido, un prestigioso violinista, también acostumbrado a ese confortable estilo de vida, y que goza de una buena reputación profesional. Ambos viajan, competen y trabajan como si su éxito fuera lo más importante en sus vidas, pero finalmente, se darán cuenta de que el apoyo y la confianza mutua será el verdadero motor de su existencia.

El personaje del entrenador es clave: El instructor advierte de una manera clara a la deportista de la incipiente amenaza que representa la llegada de Kira. Ante la inseguridad de la capitana, él le asegura que debe avivar su instinto y acallar esos pensamientos compasivos. El verdadero disfrute de la película está en comprobar que la grandeza de nuestra protagonista pasará por acoger estos consejos sin renunciar a ser ella misma: solo logrará el éxito que anhela si sigue ese instinto combativo y acompaña con su talento a Kira, instruyéndola con compañerismo.

 

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