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Ámame

Caratula de "Ámame" (2021) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

“No hay amor suficiente capaz de llenar el vacío de una persona que no se ama a sí mismo”: Esta frase de Irene Orce describe telegráficamente el tema principal que ocupa el segundo largometraje de Leonardo Brzezicki (Noche, 2013).

Gracias a los intensos y a veces, angustiosos primeros planos del intérprete argentino Leonardo Sbaraglia (Relatos Salvajes, El otro hermano, Dolor y gloria), el autor nos introduce en el mundo interior de Santiago, gay recién separado, padre de una hija adolescente, que afronta una difícil crisis personal.

La vida de Santi parece no tener qués, porqués, ni para qués, y para ello, el protagonista se empeña en buscar afuera aquello que cree le proporcionará paz, felicidad, serenidad. De una fiesta en otra, de una orgía a otra… Santiago se siente atrapado en una espiral de placeres fríos y superficiales que solo le proporcionan gozo momentáneo.

Así como ocurre en la vida, nuestro protagonista transformará su búsqueda gracias a la mirada de otra persona, quien le cuestiona a cada rato y le pregunta insistentemente porqué se comporta así. La amistad también ayudará a Santiago en sus peores momentos, atentos a ese sutil pero relevante personaje.

El director reconoce que personalmente, tras hacer la película, sufrió una grave crisis y se siente identificado con varios personajes. El argentino explora temáticas e interrogantes que le interesan y retrata “una búsqueda personal”.

Si bien el director ha querido reflejar ese vacío existencial, esa desazón, esos interrogantes que amenazan el propio sentido de la vida… esto ha permitido un trabajo muy complementario y enriquecedor para con el otro Leonardo, compartiendo experiencias e impresiones entre ambos.

La relación que Santiago tiene con su hija supone un soplo de aire fresco para él, le alienta a seguir adelante, a seguir buscándose, es como su punto de partida y de retorno, una y otra vez, ante sus derrumbes emocionales.

Nos encontramos ante un adulto que no puede mirarse al espejo de su alma. En algún momento se hace mención expresa a su padre, que se retrata como una persona compleja, conflictiva, problemática. La paternidad, a su manera -así como la maternidad a la suya-, influye de manera muy concisa en cómo se relaciona la persona.

Paradójicamente, solo cuando hija se va a Canadá a continuar sus estudios de danza, él encuentra la paz. Asustado y deprimido por su marcha, se deja aconsejar por un buen amigo, consigue entender que la vida es emocionante precisamente porque uno la vive en primera persona, y el destino solo depende de uno mismo: “Estoy ante el abismo y es la vista más maravillosa que existe. Puedes hacer lo que quieras, todo es posible”.

Una película dura para el espectador, que nos lleva al límite de la compasión y del dolor, y a la vez nos pone en alerta, nos despierta la consciencia. Técnicamente correcta, a pesar de los abundantes primeros planos: un punto de vista excesivamente explícito en las escenas más carnales y desinhibidas.

 

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