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Anatomía de una caída

Crítica

Público recomendado: +18

Varios planos de Anatomía de una caída (Justine Triet, 2023), Palma de Oro en Cannes, tal vez merecen más atención que otros. El que abre la película es negro, con Sandra (Sandra Hüller; estupenda), la protagonista, preguntando «¿qué quieres saber?», seguido de un tilt que nos muestra una pelota pequeña que rebota despacio por una escalera. Sandra es una novelista famosa y está en medio de una entrevista que le hace una joven estudiante. Con una copa de vino en la mano, Sandra busca hacer el encuentro más personal; parece relajada y hasta coqueta. Su hijo, Daniel (Milo Machado Graner; maravilloso, a la altura de Hüller), merodea por el salón con su perro Snoop. Pronto la entrevista debe llegar a su fin, puesto que del piso superior de su casa en los Alpes franceses —una casa en obras, el recurso natural de un drama matrimonial, como en El pasado (Asghar Farhadi, 2013)— llega una música ensordecedora. «Es mi esposo, que pone música cuando está trabajando». Al parecer es normal que la escuche así de alta, pues no se la ve sorprendida; tampoco a Daniel, quien decide coger la correa de Snoop y salir a dar un paseo. Samuel (Samuel Theis), su padre, está haciendo las obras del altillo. Es Daniel quien, al volver, lo encuentra muerto en la entrada de la casa. ¿Accidente, asesinato, o suicidio?

Dos cosas puedo decir con certeza hasta este punto: (1) la respuesta a la pregunta que hace Sandra a la estudiante es justamente la propia película, y (2) la caída del título es evidentemente física y también metafórica, pero la primera es casi un mcguffin, mientras que la verdadera caída, con esto quiero decir la que le interesa a la directora, es la de su matrimonio. Lo único similar con el drama judicial Anatomía de un asesinato de Preminger es el título.

Sandra será detenida y llevada a un juicio largo dada la inconclusa causa de la muerte. Al parecer, Samuel fue golpeado con un objeto punzante antes de caer; Sandra era la única que estaba en casa cuando sucedió. Lo que tratará de defender su abogado —quien tiene una de las líneas más importantes de la cinta cuando responde al «yo no lo maté» de Sandra con un «esa no es la cuestión»— es que Samuel se suicidó. Sin embargo, como dice el abogado defensor, desentrañar cómo murió Samuel no es la cuestión de la cinta.

Triet recurre a los problemas del mundo literario y metaliterario (hay algo de su anterior El reflejo de Sibyl, 2019) pero su fuerza se dirige a los conflictos pequeños y grandes que derriban a un matrimonio, las infidelidades, resentimientos, envidias, victimizaciones, culpas, orgullos… la muerte/homicidio es lo de menos. Guía el relato (escrito entre ella y su marido, Arthur Harari) por una misma carretera, aunque por el camino se abran desvíos que pudieron haber cogido pero no los toman. Es, en este sentido, una película de muchas capas. Y como otras películas de muchas capas, Anatomía de una caída resulta tan entretenida como inabarcable.

Sabemos que Triet está aquí por el drama matrimonial. No sabemos exactamente por qué. ¿A qué va con todo esto? Como en El pasado, la pareja no parece saber cómo comunicarse con éxito. Y quien decide –el verbo lo es todo— es quien ve sin ver: como si de un pequeño Homero se tratase, Daniel tendrá en sus manos el relato de lo que podrá seguir contándose después de que matrimonio y juicio hayan terminado.

Narcisa García

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