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Sobre todo de noche

Crítica

Público recomendado: +13

Víctor Iriarte se estrena en la ficción con Sobre todo de noche, una película que nos pone delante una secuencia de delitos graves cometidos desde los años 40 hasta los 90 en nuestro país, que fueron el robo sistemático de bebés, que incomprensiblemente fue repitiendo alcanzando cientos de miles de casos.

Quizás podríamos pararnos aquí, situarnos delante de esta escalofriante realidad, e imaginar que estamos llamados a contar la historia de esta gran injusticia, la de todos esos 300.000 casos documentados y que han prescito con el tiempo. Sería ahora el momento de entrar a valorar el enfoque de esta cinta.

Como programador del festival de cine de San Sebastián, Iriarte es un gran cinéfilo y eso se nota en su forma de hacer buen cine. Vemos poesía visual desde el primer minuto, en una película que cuenta con un gran equipo, empezando por la guionista Isa Campo (Maixabel o Un año, una noche) o la montadora Ana Pfaff (Alcarrás, Verano 1993).

A ello se suma Lola Dueñas y Ana Torrent, ambas insertas perfectamente en su papel de madres de esta historia dirigida por el cineasta bilbaíno que, junto con Manuel Egozkue -un actor muy corporal y con espectros dramáticos novedosos para nuestro cine español- forman una tríada que funciona bien.

El enfoque formal del director puede entenderse desde su concepción del séptimo arte: “Yo concibo el cine como un espacio abierto y muy libre en el que mi disfrute y mi trabajo tienen que ver con la mezcla de materiales, con una extraña alquimia que uno va probando y depurando”, dice Iriarte. “Mi formación llega de la literatura, del texto como espacio en el que todo es posible”.

Esa inspiración literaria explica mucho de las decisiones formales del director, empezando por la cita a Roberto Bolaño, del que se sirve el personaje de Lola Dueñas y que constituye el punto central del relato: “Me lo han quitado todo, pero lo que no pueden quitarme es la forma de contarla”. Una afirmación que resume y explica el potente formalismo narrativo, como si el realizador reivindicase especialmente esta libertad creativa como último reducto frente a una injusticia tan desmesurada.

Ciertamente Iriarte quiere hacer justicia desde la ficción y nos hace revivir una época para mostrarnos un silencio social e institucional frente a la cuestión, tomando un tono documental en algunos momentos muy concretos del film. En ese sentido, la narración lleva poco a poco, a que el espectador haga un ejercicio de empatía.

El resultado final, a mi modo de ver, resulta frío. Siendo los personajes el motivo principal de identificación del espectador con la historia, estos pasan a un segundo plano cuando vemos que el director vuelve a la misma vista aérea con la que empezó la historia. Los personajes se desvanecen así y uno acaba con una extrañeza ante la cinta parecida a la que tuvo al inicio de la misma, después de haber recorrido en momentos brillantes unas calles de Madrid, San Sebastián y Portugal, sobrevolando una historia común donde todos podríamos identificarnos.

Ignacio Álvarez O´Dogherty

https://www.youtube.com/watch?v=T_SdDphMRxM&t=1s

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