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Bajo terapia

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Tres parejas de mediana edad son convocadas por su psicoterapeuta, el mismo día y a la misma hora, en un local alejado de la ciudad, para una sesión de terapia. A su llegada, sorprendidos y desconcertados, se enteran de que el encuentro va a consistir en una dinámica de grupo, ellos seis solos, sin nadie que los dirija, sino con unos sobres que deben ir abriendo según el orden señalado y que contienen las instrucciones para los pasos que deben seguir y los temas que deben tratar.

El objetivo de la sesión es que todos participen y abran a los otros su intimidad. Se trata de una terapia para que cada pareja verbalice sus propios problemas y que estos sean analizados por el grupo, de tal modo que, al mismo tiempo, se confronten las respectivas situaciones anímicas de todas las parejas. Lógicamente, explicar a extraños cuestiones tan personales va a plantear reticencias en algunos de ellos y cuando hablen, la sinceridad y la verdad van a abrirse camino con mucha dificultad a través de disimulos y tergiversaciones.

El toque de corneta que ha de sonar antes de abrir cada sobre sirve para cortar de golpe la incomodidad que se ha creado entre los personajes y estos deban volver a empezar desde cero, con un nuevo tema de discusión. De este modo, la tensión dramática avanza en dos planos distintos: por una parte, cada asunto que se discute funciona como un capítulo independiente, cuyo final queda marcado por el toque de corneta, que libera, además, la presión que se había creado. Pero al mismo tiempo, como una carga de profundidad, cada cuestión personal que se va tratando va incidiendo en descubrir una situación degradante que es común a todos los miembros del grupo y de la que ellos ni tan siquiera son conscientes. Es la enfermedad del sinsentido de la vida de una sociedad desnortada, carente de valores, incapaz de mirar al otro con amor y que solo se guía por las apetencias inmediatas. De tal manera que el espectador queda involucrado en las discusiones, pues la casuística anecdótica de cada pareja remite a temas de hondo calado que tienen presencia y resonancia en la sociedad actual y, por tanto, también a él le conciernen.

Sin embargo, la reflexión se queda solo para el espectador, porque Gerardo Herrero juega más con clichés que con una visión rigurosa de asuntos tan serios como la deslealtad, la infidelidad, el machismo, la falta de respeto a la persona, la ausencia de criterios y referentes sólidos para la educación de los hijos, etc. Lo compensa con un esquema de juego impregnado de humor negro que hace que la historia sea muy entretenida e imprevisible desde que empieza hasta que culmina en un giro final, que podrá gustar más o menos, pero que tiene el valor de sorprender totalmente al espectador.

El guion, del mismo director, es una adaptación a la gran pantalla de una obra teatral de Matías de Federico. Una película coral siempre en el mismo escenario corría el riesgo de parecer teatro filmado. Sin embargo, el cineasta ha sabido utilizar recursos puramente cinematográficos que soslayan la dificultad: un plano secuencia de ocho minutos, planos muy largos desde distintos ángulos y frecuentemente la cámara en movimiento como persiguiendo los rostros, gestos, pensamientos y reacciones de los personajes. Así consigue una correcta puesta en escena cinematográfica, a pesar del escenario único.

En cuanto al reparto, el mismo director ha resaltado la importancia decisiva en la película de las magníficas interpretaciones: «Si la película está bien, será por ellos; si está mal, es mi culpa», ha dicho. Todo el elenco lleva a cabo un gran trabajo: Malena Alterio está inconmensurable como Marta, desnudando poco a poco las distintas capas de su situación anímica; Juan Carlos Vellido es Roberto, marido de Marta, que parece sobreproteger a su esposa, enferma de depresión y con tendencia al alcoholismo; Eva Ugarte y Antonio Pagudo son Carla y Esteban, la pareja más joven y la mejor avenida, a pesar de que…; Alexandra Jiménez y Fele Martínez son Laura y Daniel, un matrimonio tal vez agostado, sin embargo…

Bajo terapia, con su mezcla de humor y drama, permite pasar un rato entretenido, pero sin duda lo mejor de la película es que la lanza algunos temas reveladores de la urgente necesidad de una psicoterapia a fondo que necesita nuestra sociedad, que se ha quedado sin referentes valiosos de tanto buscar la satisfacción de impulsos y deseos. Pero la película solo se los lanza al espectador, no ahonda en ninguno de ellos. A este le corresponde tomar conciencia de la fragilidad de los personajes y, por extensión, también del hombre de hoy: vidas sin rumbo porque cada uno está demasiado ocupado en mirarse a sí mismo, matrimonios en crisis porque no saben que amar es buscar el bien del otro, padres desorientados porque no saben que educar es enseñar a vivir con valores.

Mariángeles Almacellas

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