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Barbie

Crítica

Público recomendado: +13

En Barbieland las muñecas Barbie viven en un mundo ideal en el que las mujeres son las que gobiernan y ganan los premios Nobel y todos los muñecos Ken son meros complementos para ellas, “hombres florero”. La armonía reinante se quiebra un día en el que la Barbie Estereotípica (Margot Robbie) comienza a tener pensamientos sobre la muerte, nota que le huele el aliento, que sus pies pasan de la posición tacón a la plana y que tiene celulitis.

Tras acudir al consejo de la Barbie Rara (Kate McKinnon), descubre que debe viajar al mundo real, a los Ángeles (sede de Mattel) para encontrarse con la dueña humana de su muñeca que le ha provocado esos cambios. En ese viaje le acompañará Ken Rubio Platino (Ryan Goslyn), ciegamente enamorado de ella.

En Los Ángeles, la muñeca comprobará que las mujeres no ocupan el mismo lugar privilegiado que en Barbieland y Ken, por su parte, se da cuenta de que allí los hombres son los que dirigen el cotarro y vuelve a su lugar de origen para convertirlo en un patriarcado.

Con tal premisa, Barbie pone en bandeja la oportunidad de resaltar los postulados básicos del feminismo: el mundo gobernado por los hombres oprime a las mujeres. Este patriarcado es el culpable de todos los males de la humanidad y la mujer empoderada es la única que puede salvarla. No obstante, existe un momento de la cinta en el que se rechaza la exclusión y se defiende la igualdad y complementariedad entre hombres y mujeres, de manera que ambos pueden tener su propia identidad y dignidad sin depender del otro.

En este sentido, resulta reseñable el hecho de que hayan escogido a una de las marcas de juguetes más sexistas como vehículo para precisamente criticar la ideología que la inspiró y convertir la narrativa de una muñeca en algo complejo.

Greta Gerwig (Ladybird, Mujercitas) dirige y coescribe con su habitual guionista (y marido) Noah Baumbach esta esperada cinta, que destaca también en el apartado de la dirección artística y de vestuario, recreando el empalagoso mundo de Barbie de manera atractiva y creativa. Acierta incluso a la hora de empastar ese universo artificial de color rosa con la presencia de personajes de carne y hueso.

La película está cargada de golpes de humor y de ironía que ayudan a mantener el ritmo en muchos momentos, ya que el discurso se multiplica (hay referencias a Kubrick y Wenders, números musicales, crítica al capitalismo empresarial, reflexión sobre la maternidad, sobre las relaciones entre madre-hija, un bloque dedicado a la inventora de Barbie…) y enreda en algunos puntos, quizás fruto del deseo de sus creadores de que Barbie no fuera una película meramente comercial y presentase cierta profundidad.

En el apartado actoral, tanto Margot Robbie como Ryan Gosling están excelentes. Este último, a pesar de no ser el protagonista que da nombre a la película, sorprende debido a los matices complejos que (cómicamente) aporta al personaje. El resto de los actores secundarios que dan vida a muñecos o humanos, en general, son solventes.

En definitiva, con permiso de Openheimer, Barbie es el prototipo de película del verano por excelencia, por combinar tanto ingenio y pericia como encanto, disparate y abundancia de color rosa.

Asimismo, indudablemente, es un producto fruto de la cultura woke actual, pero cuenta con la suficiente habilidad o maestría para mezclar y diluir ese contenido como para cautivar a personas que no cuentan con un criterio formado o incluso que no comulgan con él. Este quizás es el aspecto más destacable a la par que controvertido, según la interpretación, pues, ¿no es el precisamente el mayor éxito propagandístico (y marketiniano) el lograr esconder un mensaje intencional en un género tan aparentemente inocuo?

Larissa I. López

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