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Canción de amor

Caratula de "Canción de amor" (2020) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +12

Película estrenada en plataformas

Hay un chiste del mundo de la música country que dice: “¿Qué pasa si pones un disco de música country al revés? Pues que la letra hablaría de que todo te va bien: superas la adicción al alcohol, tu mujer vuelve contigo, tus hijos te aprecian de nuevo…”, etc. En gran parte la música country, escuchada al derecho no al revés, va de eso: los problemas de la vida: alcohol, frustración, desengaño, desamor, soledad, etc. Eso se respira desde los temas del gran padre del country moderno: Hank Williams. Y Bob Dylan, en uno de sus discos de la primera década del siglo XXI, hablaría de ser esa la grandeza de la música country: te enfrenta a la vida y toda la dureza de la misma, te pone sobre las heridas abiertas de la vida.

Pues bien, en Canción de amor (Country at heart) no hay apenas nada de esto. Así, de primeras, mal asunto para una película sobre música country. Es una película casi romántica, de trama sencilla, conflictividad mínima y final previsible. Pero para los que nos gustan los finales felices no es un mal asunto. Los finales felices entroncan con la aspiración más humana: precisamente la de ser feliz. Y no está de más recordarlo. Recordarlo no es un analgésico, ni un calmante, ni un placebo, ni una falsedad: es un signo de lo que nos espera.

Volvamos a Canción de amor. La película se basa en tres artistas de country. Duke Sterling es una estrella del country cuya carrera ha entrado en un suave declive. Necesita un nuevo éxito. Grady Connor es menos estrella del country que Duke Sterling, compone canciones que cantan otros y tiene más necesidad aún de un éxito. Y Shayna es una chica muy guapa que quiere abrirse hueco en el mundo de la música country y para ella, que la llamen para una audición es ya un éxito. Los tres van a perseguir ese nuevo hit, con motivo del festival de música country que se organiza en la granja del padre de Shayna.

La discográfica de Duke Sterling le acucia para que grabe una nueva canción de éxito y le encarga esa tarea junto a Grady Connor. Ambos, Grady y Duke Sterling ya compusieron canciones de éxito en los viejos tiempos y ninguno de los dos parece estar muy contento con la propuesta de volver a trabajar juntos. Y aparece Shanya. Grady ve en ella una compositora joven con potencial, el elemento de inspiración que ahora le falta a él y juntos van a componer. Pero Duke Sterling tiene algo más que ofrecer a Shayna: el escenario, las luces, la puerta del éxito.

En esta relación triangular, un tanto básica, se juega toda la película. Apenas hay subtramas y donde podría haber habido más tensión, como en la presión de la discográfica o con la familia de ella, es todo bastante fácil, sin apenas tensión ni conflicto. Con esos mimbres, lo esperaríamos todo de la música, pero esta tampoco brilla. Las letras recaen demasiado en uno de los tópicos más manidos del country: la de dejar el pequeño pueblo, para marchar a la ciudad en busca de reconocimiento. Pero para que este topicazo pudiera tener algo de garra, harían falta letras más potentes como la de aquella Long black limousine que cantó Elvis sobre una chica que deja su pueblo, convencida de que volvería después de años en una gran limusina. La triste canción habla de su sueño realizado: regresó a su pueblo en una gran limusina, pero de color negro, y con una gran corona de flores.

Con lo dicho queda claro que no estamos a la altura de otras películas sobre country como Corazón rebelde, Wild rose, Blaze, Ha nacido una estrella, En la cuerda floja, etc., pero es un título suficiente para disfrutar en familia de una película luminosa, con chica y chicos guapos y final feliz. Y nadie debe pedir perdón por ello.

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