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Cien años de perdón

Caratula de "Cien años de perdón" (2016) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes, adultos

En España estamos poco acostumbrados a películas redondeadas, pulidas hasta la adecuación a nivel formal a la narrativa propia de las grandes producciones comerciales que el cine extranjero es capaz de alcanzar.

Cien años de perdón cumple requisitos para dar la talla, aunque la producción la comparte nuestro país con Francia y Argentina.

La historia consiste en un thriller de acción en el que un grupo de atracadores entra en un banco en el centro de Valencia, en lo que es más que un simple robo. Sus intereses van más allá de, sencillamente, vaciar el dinero de la caja fuerte; y sobre esto se construye la película, uniendo una trama policíaca y política.

Los sucesos que van aconteciendo son, en cierta medida, imprevisibles, cumpliendo un componente de originalidad, pero siempre hasta un punto, sin ser exageradamente novedoso. Dentro de estos sucesos, los pasos concretos de cada personaje, con sus diálogos y movimientos, son poco naturales: unas cuantas interpretaciones resultan atractivas, pero a nivel de guión la película escasea en diálogos frescos o en desencadenantes coherentes: muchas líneas consisten en las frases cortantes prototípicas, del estilo de “Tenemos que arreglar esto ya”, “me da igual a quién haya que despedir”, o “No nos pongamos nerviosos”. Hay, además, poca coherencia en la caracterización de los personajes, dentro del gran elenco que incluye la película; se mueven con rigidez plástica o, en algunos casos, con una cierta frescura garantizada por un guión interesante a ratos e interpretaciones que, sin duda, están a la altura de superar el papel.

La película cuenta con un tono que oscila entre el suspense y el humor, estando este a caballo entre lo suspicaz y el absurdo. Alterna una elaboración muy conseguida con otra poco eficiente, sacando en ocasiones del relato.

Cien años de perdón no resulta, en general, una película novedosa. Ofrece un rato entretenido, sin ser un espectáculo cautivador. A nivel técnico, la película alcanza alguna bandera dentro del cine español, sin llegar por ello a colgarse ninguna medalla. A nivel de profundidad, alberga un cierto discurso muy inestable sobre la corrupción de los bancos y de la política; más allá de esto, no ofrece ninguna introspección en lo humano. Fácilmente olvidable, la película rellena un rato, resulta correcta, pero no llega a aportar nada especial más allá de esto.

 

 

 

 

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